viernes, 21 de diciembre de 2007

La silla en la que me siento, a pesar de ser la más alejada, parece estar en el centro de un gran océano. Un océano que la somete a un fuerte vaivén, un oleaje de conversaciones que pasan por encima mía bajando por los límites de mi interés. Estoy fuera de todas esas cosas, y sin embargo nado muy dentro de ellas. Me levanto.

- Necesito tomar el fresco.
- Te acompaño -dice mi novia.

La atmósfera varía, el aire aquí es menos viciado. La silla ficticia en la que estoy ahora sentado reposa sus patas sobre mar en calma. A pesar de la doble puerta, todavía se escuchan los gritos y risas provenientes de dentro, eso es irremediable.

- ¿En qué piensas? -Pregunta.
- El frío aquí es húmedo, se abraza a mis huesos.
- Parece que seas nuevo en la ciudad.
- No te acostumbras nunca. Aquí sólo hay cosas buenas si las comparas con cosas más malas.
- ¿Me incluyes? -Dice lastimosamente
- Sólo si me dices que vives bien aquí -le digo sonriendo. No es típico en ella pensar que estoy metiéndola dentro de la bolsa de mierda que he ido acumulando a lo largo de mi vida.

Nos quedamos en silencio. Disfruto de la tranquilidad de estar quieto mentalmente. El ruido, si es lo suficientemente lejano como para no molestar, es capaz de producir un efecto relajante. Todo lo contrario de cuando estás inmerso en él. La compañía también es agradable, la mejor que puedo tener en cualquier sitio del mundo, un día debería confesárselo, pero debe ser algo más especial que esto. No va conmigo decir esas cosas, y menos tan a la ligera.

- Quiero que lo dejemos -dice. Veo su silueta mirándome desde la sombra de una ola gigante que se aproxima.


--------------


Debe ser realmente divertido ver la tierra desde muy arriba. Las calles parecen estar hechas con la intención de marearte, es una atracción de feria a la que te han obligado a subir. Estarse quieto sería lo ideal si no existiera la amenaza de lo aburrido.

El mundo parece estar lleno de gente que no se da cuenta de lo rara que es la vida. Viven como si vivir fuera lo más normal del mundo.

- ¿En qué piensas? -Me dice un amigo.
- ¿Si te lo digo tú también me dejarás? -Ríe, sabe porqué lo digo.- La gente vive como si hubieran vivido durante toda la vida.

La mueca de confusión de su cara me satisface. No hace preguntas, seguimos andando.

Voy observando todos los comportamientos que se cruzan por mi camino. Era más fácil soportar la carga sentado, me cansaba a tiempo de poder irme a dormir. El mar está ahora lleno de los trozos de mi silla ficticia y las estupideces me irritan facilmente.


--------------


Se me han agotado los temas de los que hablarme a mí mismo, todo parece hablado ya. Hay pensamientos que han pasado a formar parte de la lista de cosas que he acabado aprendiéndome de memoria, como decir "Jesús" después de escuchar un estornudo de alguien a quien conoces (si es un desconocido no hace falta)

El camino perdía interés por momentos, pensando en que ya había pensado en todas las cosas que se me ocurrían pensar. Entonces, alguien agarró por detrás mi hombro y me forzó a frenar.

- ¡Hola! ¿Qué tal? ¡Cuánto tiempo!
La gasolina de este hombre huele a felicidad. Saludar tan alegremente debe ser algún trastorno de alegría producido por demasiadas buenas experiencias. Ya no distingues entre las cosas alegres y las cosas normales. Lo digo, más que nada, porque no es normal saludar así a alguien que no conoces.
- Bien... ¿y tú? ¡Estás muy cambiado! -Interpreté adoptando su mismo rol.
Esto es una especie de cutre-experimento social que se me acaba de ocurrir. Todos cambiamos, o almenos todos sabemos que alguien que hace mucho que no nos ve puede notarnos distintos. Es una pregunta que no falla.
- ¿Sí, verdad? Estoy trabajando, ya sabes, he tenido que volverme formal... -contesta alegremente, soltando una risa falsa.
- Me alegra ver que estás tan bien, me contaron que pasaste por una racha malilla...
Predecibilidad humana, muéstrate ante mí. ¿No somos de base demasiado iguales?
- ¿Mala racha? Bueno... no sé si te refieres a lo que yo... pero sí. El tiempo lo arregla todo, ¿no? Y la verdad es que ahora estoy bastante bien.
Amén.
- Amén.
Tengo que arriesgar más, pienso en qué cosas típicas más puedo averiguar de este cualquiera. Esto sería una anécdota muy divertida de contar, de tener a alguien a quien contársela... soledad, este tipo tiene una personalidad que encaja con...
- ¿Cómo te va con tu novia? -Pregunto.
No me estalles ahora en la cara.
- Uff, ¡demasiado bien! -carcajea y carcajeo con él - ¿Y a ti con la tuya? El otro día la vi, iba con un chico...
Este desconocido acaba de despertar el descontrol emocional que llevo dentro. Este desconocido, por lo que se ve, no es tan desconocido como yo creía. En lugar de "la tuya", dijo el nombre prohibido, y por el tono con el que lo ha dicho, ella debía estar haciendo algo, con ese chico del que habla, muy impropio de estar enamorada de mí y de guardar la fidelidad.
- Sí -contesto con aire despreocupado-, desde que me dejó actúa como si yo no fuera su novio.

Este jodido desconocido ya me ha tocado las narices. Mi personalidad habitual se despide de él, creo que definitivamente. Dudo que se alegre otro día de volver a verme.

Esto me pasa por hablar con gente en lugar de dedicarme unicamente a mis pensamientos.


--------------


Cae a mi alrededor el aplastante peso de toda una existencia. Si me tumbo, la vida entera se tumba conmigo. Las cosas se despojan de sus sentidos originales y presumen de sus secretos.
- ¿Qué la han visto con un tío? -Dice un amigo desde su silla. Conmigo además en el sofá, hace que toda la habitación recuerde a la consulta de un psicólogo. La diferencia es que yo no necesito ser escuchado, necesito que alguien desatasque mis pensamientos, y devuelva a su flujo. Alguien que haga preguntas - ¿Quién te lo ha dicho?
- Uno a quien no conozco. Ella... ya es cosa del pasado.
- ¿No te importa ya?
En este instante siento que ambos personajes cumplimos perfectamente el papel. Somos un hormiguero puntualmente coordinado. No es sólo preguntar, sino acertar con la pregunta. Darle luz verde a pensamientos que sólo han visto luz roja hasta ahora.
- Las cosas que más me importan están en el pasado.
- ¿Qué piensas hacer?
- No sé, es demasiado tarde para suicidarse -digo con auténtico pesar-. Una burbuja es eterna si mueres en ella antes de que explote. Yo estoy fuera, ya sólo esta pesadez sería eterna.
Lo genial de este hombre es que no se alarma cuando hablas de lo bueno que sería dejar de respirar. Por todo lo que él me inspira, algo me dice que su vida está sujeta por hilos de cobardía.
- ¿Sí?
- No. Estoy de coña. Dentro de mí vive un romántico, pero demasiado oculto como para tener acceso a mis pensamientos sobre la muerte.
- No creo que deje de ser pasado nunca -me dice.
Otra cosa buena de él es que no intenta convencerte de lo que sabes que no es. No intenta pintarte la vida color de rosa si sabe que no la ves así. No te engaña. Trata con educación a la tristeza, y eso me gusta.
- Pues nada... ¡qué se le va a hacer!
Cierro los ojos, despejo mi cuerpo, sonrío con satisfacción. Los mineros empiezan a encontrar oro en mi cerebro, y el humo los arranca y los pasea por mi organismo, iluminando a los recuerdos más recónditos.

Siento que me abren la mano, y colocan algo en ella.
- Tengo algo para ti.
- ¿Qué es?
- Tómalo. Con esto puedes ver cualquier cosa.
- Ya veo cualquier cosa.
- Incluso lo que no hay.
- Como por ejemplo...
- ...tu pasado.
- ¿Esto conseguirá que mis recuerdos sucedan hoy? -Pregunto en tono de burla. La idea es tan seductora que quiero creer que es cierta, a pesar de lo surrealista que parece.
- Sí, aunque sólo lo verás tú.
Si es verdad, sobrepasa a mis espectativas.
- Suficiente.

Cuando me tumbo, el tiempo entero se tumba conmigo. La línea horizontal que le representa recorre todo mi cuerpo. El pasado perfila mis entrañas y dibuja todas sus siluetas, se autoproclama rey de mis pensamientos. Me acaricio a mí mismo, como si yo realmente fuera el tiempo. Me doy un homenaje, por la vida que ya he vivido.



--------------


He encontrado un hueco entre mis ruinas donde poder malvivir a placer. Alimentado de cualquier desabrido alimento, a fin únicamente de prolongar mi vida sin dar placer a mis sentidos, un festín de amargura acompañado de estupefacientes que alteran el paso del tiempo. Soy un drogadicto del pasado.

La comunicación hacia mí llega a través de luces rojas que no son respondidas. Empiezo a pensar que caminar no es como montar en bicicleta, puede olvidarse. Actúo a través de mi mente, la cual ha perdido la conciencia con la realidad, realidad que estoy describiendo. Las personas de nuestras fantasías nos leen la mente, hacen lo que nosotros queramos que hagan. Mi apoyo alucinógeno hace que éstas actúen además por voluntad propia, aunque siempre satisfaciéndome. Es lo genial de mi idílico mundo. Las miserias que soporto son el pago de seguir disfrutando de placeres para mí ya prohibidos, desafiando el curso natural de las cosas.

Todo mi cuerpo se encuentra ahora en éxtasis, creo que estoy perdiendo el control sobre mí. He estado a punto de caerme al suelo, mi cuerpo hace un puente que termina en la palma de la mano presionando el suelo. Aún me cuesta trabajo respirar, y en esa postura disfruto los últimos segundos de gozo.

Dos golpes interrumpen mi actividad, activando sobremanera mi sistema nervioso. Consecuencia sobretodo de la voz que se escucha tras ella invocándome, hace que mis anteriores acrobacias terminen con una caída al suelo. En mi situación, podría decir que es una voz que me llama desde ultratumba, o más bien, que habla a ultratumba. Parece tan lejano el nombre que pronuncia, el mío, hacía tiempo que no lo escuchaba. La verdad es que mi nombre ya no hace referencia a la persona que escribe. Ni suena, fuera de la anhelada boca que lo pronuncia, igual que como lo recordaba.

La persona de mis fantasías está esperando realmente tras la puerta de mi casa.

- ¡No puedo abrir! -Grito para que mi voz atraviese la puerta.
- ¿Por qué? -Pregunta desde fuera.

No hay pregunta más acertada que "por qué" a todo lo que está pasando por mi cabeza en estos momentos. Por qué vienes, por qué ahora, por qué a mí. Para mí particularmente ha pasado mucho tiempo, aunque para una mente sobria no hayan transcurrido más que un par de semanas. Me he deteriorado física y mentalmente porque no esperaba tener que responder más a su voz pronunciando mi nombre. De haber un contrato, esto no figuraba en él. He pagado puntualmente, he recompensado el hecho de seguir disfrutando ilícitamente del pasado.

Me arrastro hasta la puerta y pego mi mejilla a ésta mientras la yema de mis dedos la tocan, como intentando percibir la atmósfera que aguarda al otro lado.

- No quiero que me veas...
- Ábreme, por favor.

Miro a mi alrededor, mediante mis todavía alterados sentidos. Inevitablemente, todo lleva a pensar que estoy preso de la decadencia y no puedo permitir que haya testigos de ésta. Y menos un testigo tan importante. Por otro lado, también pienso que no quiero verla. He estado demasiado tiempo de mi concepción del tiempo queriéndola en mis fantasías, sería demasiado duro comprobar al verla que todavía la quiero en el mundo que no pertenece a mi mente. Podría volver a no conformarme. Podría la decadencia revelarme que el fondo en el que me encontraba era un engaño para que me confiase, y me arrojara de repente a otro todavía más profundo. No podía permitirlo. No podía abrir la puerta.

No podía abrir la puerta, pero lo hice.



--------------


La puerta se cierra tras ella, la que avanza con seguridad por mi terreno. En ese portazo he visto caer rotos los lazos que unen a mi hogar con la pelota que nos suministra vida, se ha desconectado hasta del baile al que nos tiene acostumbrados. Somos un punto fijo dentro del devenir del planeta. Cualquier inexplicable causa a mi desarrollado mareo me satisface más que la razón verdadera, que es su presencia.

Su caminar diligente y confiado, firme a pesar de todo; camina por el fango como si fuera por sobre una alfombra roja, dirigiéndose al altar de cualquier templo, o encaminándose a las grandes puertas que dan entrada a algún lujoso palacio. Ella está fabricada para cualquier terreno, anda por donde yo me arrastro. Si lloviera vergüenza, sin duda ésta atravesaría los muros del edificio por culpa mía, luego tendríamos que ver a la Tierra pidiendo cuentas de los bienes que nos ha dado sin el correspondiente lazo.

- Estás muy cambiado -opina, mientras retira ropa sucia del sofá para sentarse.
- ¿Sí? Sólo ha pasado un par de semanas -digo en un inapreciable tono de burla hacia mí mismo, incomprensible para cualquiera que no esté dentro de mis pensamientos-. Tú sigues igual.

Su aspecto sigue siendo fiel a mis fantasías. Las imagino saludándose a través de un cristal, sonriendo con gesto ingenuo y malvado al mismo tiempo, como si las dos tuvieran un motivo de dicha que ocultar a la otra.

- Envejezco más lentamente que tú, dame un par de semanas más -sonríe-.

Su sentido del humor me tranquiliza. Empiezo a fijarme en detalles como que el principal elemento de la casa que sus ojos examinan soy yo, parado de pie frente a ella, y que parece pasar por alto las evidencias de mi derrumbamiento vital, o mi constante estado alterado de conciencia. Esa ausencia de descubrimiento hace que pueda empezar a escalar por las arenas movedizas que me entierran, como si ese simple hecho hiciera desaparecer súbitamente todas las trabas de mi estado.

- ¿Qué te trae aquí? -Pregunto, impaciente por saber lo que me deparará su visita-, ¿has venido sólo para ver si he cambiado?
- ¡Sentía verdadera curiosidad por saber si ya eras un ancianito! -dice riéndose. Sus ojos no pierden detalle de mí, ha llegado el punto en el que tengo que concentrarme si no quiero ser yo el primero que retire la mirada (no sé cómo se traduciría eso, pero ya hay demasiadas cosas que traducir sobre mí aquí) - ¿Cómo han ido estas semanas?

Toda la fuerza de su mirada apunta a mí, no puedo dejar de obsesionarme con eso. Me intriga saber qué pensaría cualquier otra persona más cuerda que yo en esta situación, qué razón daría a tan prolongado examen. ¿Llegaría a la conclusión de que está alimentando, en la medida de lo que puede, a una posible atracción sobre mí simplemente con mirarme? ¿O quizá que está dándose cuenta de mi verdadero estado y busca pistas que apoyen su teoría?

- Bien -respondo con sorprendente naturalidad-. Mantengo la mente ocupada, eso lo hace más llevadero todo -dosis necesaria de verdad, para evadir a tan analíticos ojos. Lo que no he dicho, por razones obvias, es el modo de alejarme del tema importante.

Entorna sus ojos, como quien acerca la lupa a las letras que no alcanza a leer. Su interés por mí se incrementa notablemente, está recogiendo las migajas de pan que dejo caer por error en el camino y que la guían hacia la verdad. Debo estar fallando estrepitosamente, quizás mis expresiones son demasiado conocidas para ella, y no consiguen disimular mientras hablo. Descarto el hecho de estar removiéndole sentimientos distintos a la lástima, pero puedo ver los músculos de su cara tensándose en una casi invisible sonrisa angelical.

- Me alegro, de verdad. A mí me ha pasado algo parecido... hasta hoy. De repente no me creía que las cosas estuvieran como están.

No supe qué decir.
En este preciso instante, la única parte de mi cuerpo que parece dar señales de vida son los ojos, en su pertinaz intento de mantener conectadas nuestras miradas. Mis brazos cuelgan despreocupadamente de los hombros, y mis piernas a duras penas me sujetan en pie. Todo mi cuerpo está congelado, y se deja llevar sumiso por la gravedad, hasta la punta de mis dedos está dando facilidades a esta ley. Sin embargo, noto como una de ellas empieza a sentir el cálido tacto de una piel ajena y bien viva, surgiendo en varios contactos en distintos puntos, como tres yemas de los dedos recorriendo tres de los míos, siguiendo con lentitud una ruta ascendente y descendente mágica que los hace revivir.

Nuestros ojos ahora establecen un tipo de comunicación distinta a la anterior, dejan de intentar desentrañar un misterio, y disfrutan espectantes del placer de éste. Se pone en pie, premeditadamente muy cerca de mí, y me mira por fin como si la lupa que ha estado sujetando le hubiera revelado las palabras que deseaba conocer. Nuestros dedos se entrelazan, en ambas manos, comenzando un puzle con nuestros cuerpos que se prolongará hasta estar completo.

La casa retoma el movimiento de rotación y traslación, distinto e independiente del de la Tierra.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Mantiene la vista clavada a los pies de la torre. Señala a través de una flecha todo aquello que mira, y está preparado para extender su dedo índice hacia todo el que pretenda invadirla. Ha sido educado para sobrevivir dignamente en el mundo en el que vive.

Su voz se emite por correspondencia, a través de los peligrosos parajes que le han sido descritos, demasiado allá. Sobre él, las nubes le tienen como centro de un perfecto círculo. Cubren levemente las estrellas que no se puede permitir admirar, pero agradece que iluminen el camino que ha de seguir manteniendo intransitable. Sonríe para sí, se siente útil.

"Últimas noticias desde la torre: Sin novedades"

Los árboles crecen frente a sus ojos, el paisaje envejece. A veces piensa que la torre está cada vez más inclinada hacia el suelo. Se preocupa, rato después decide enviar una carta informando del deplorable estado en el que los años la han dejado. No obtiene respuesta a ésta.

Sus pensamientos empiezan a alejarse eventualmente de su misión. Es una parte más del cuadro del paisaje al que pertenece. Tiemblan las manos que sostienen el arco. Su esfuerzo da paso a una temida depresión, maldice el llanto que no le permitirá ver con eficacia la posible presencia de algún enemigo. Su corazón late demasiado fuerte como para sujetar con frialdad el arco y obtener de él toda la precisión posible.

"...Sin novedades"

El aire se lleva las únicas palabras que han salido de él en meses, vuelan hasta perderse de vista y luego van a caer en cualquier sitio, rodeada de otras tantas más iguales. En su interior, el mensaje se repite. Consuela su depresión, se siente útil: "Ya ha sido enviada", piensa.

La tierra duerme en el silencio que los hombres le han otorgado, unas vacaciones de vida. Nadie ha pisado en años esas tierras, ni tampoco nadie piensa pisarlas nunca. El paisaje es bello así.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Las palabras del libro se sucedían tan sinsentido como los días que pasaba leyéndolo. La verdad es que todo lo triste parece poder compararse con el transcurso del tiempo. Y viajando en ese pesar llegó el sonido del vidrio, en débiles golpes un cuerpo sin vida llama a otro. Me arrastré en pos de la llamada, sosteniendo a dos manos lo que debía ser mi seguro de futuro.

Descorrí todo lo que hay que descorrer para terminar abriendo, al fondo de todo, una ventana. Y ahí, en el infierno que hay bajo mi infierno, estabas tú, tan campante. Como si la lluvia que te mojara fuera la última muestra de una receta ya extinta del mejor de los elixires. Como si las horas en las que no se duerme no te pesaran. Como diciéndome "mira qué fácil es sobrevivir feliz". Entre dos brazos extendidos llamas en silencio la vida que ya no habita en mí.

- ¿Escuchas todo este silencio que te rodea? -Grita desde la calle.
- Sí, lo escucho. O bueno, no. -Respondí en mi habitual pasividad.
- Lo he creado yo, para ti. Para que te sea más fácil leer.

Y después de eso, se fue.

Es una pena, se le olvidó silenciarme también el pensamiento, pues después de eso no pude escuchar más lo que leía.