Dos jóvenes discuten acaloradamente en la terraza de una cafetería, mientras beben sus cervezas y fuman sus cigarrillos. Uno de ellos estaba especialmente enfadado, repeinaba su pelirroja melena constantemente en un acto reflejo de nerviosismo y fumaba un cigarro tras otro.
- ¿Cómo se puede llamar guerra al camino hacia la paz? ¿La iglesia es el banco de la fe? ¿Es el dinero el medio para alcanzar nuestros más mediocres sueños?
No hay nada que un niño crea no poder ver en la cima de un tobogán. Se sienta, se agarra firmemente a los bordes. Le preocupa caerse al suelo al llegar al final, pero confía en su capacidad de reacción. Ha visto a muchos niños haciéndolo antes, no puede asumir sus capacidades por debajo de la de los demás tan temprano. "¿Cómo dormiría tranquilo esta noche?"
Y, por fin, se lanzó.
Le encanta escuchar el sonido de dos piezas encajando, una tras otra.
*Clack*
*Clack*
Estudia con detenimiento su fusil completamente armado. Da una última calada a su cigarro y lo tira a través del muro, caída libre a la calle. Las vistas desde la cima de aquel edificio cualquiera no eran idílicas, lo que se puede esperar de cualquier gran ciudad. Pero no necesitaba algo mejor.
Los ojos cerrados y sintiendo el viento en la cara, escuchando el sonido de sus propias risas mientras cae tobogán abajo. Él no lo sabía entonces, pero esa iba a ser una de las mejores experiencias de su vida. También una de las últimas.
Puso los pies en tierra a tiempo, frenó la caída perfectamente. ¡Otra vez! Pensó entusiasmado. Entonces una mano se cerró sobre su hombro con fuerza. Levantó la vista y vio a un grupo de niños a su alrededor, el que le agarraba sujetaba una piedra con su otra mano.
"Este es nuestro sitio" Dijo.
Lo último que pudo ver con su ojo derecho fue un niño pelirrojo golpeándole la cara con una piedra.
Suelta un suspiro tras tragar el último buche que quedaba en su jarra de cerveza. La intensa conversación le había dejado la boca seca.
- Quiero poder llegar al fin de esta conversación algún día, me encantaría la resolución de todo esto. -Dijo el pelirrojo sonriendo a su amigo.
- Sí, a mí también. Son cosas que... ¿qué ha sido eso? ¡Oye, tienes sangre en...!
La silla y su cuerpo inerte, junto a su agujero en la frente, cayeron al suelo antes de que pudiera terminar la frase.
Desmontó su fusil, recogió todo y se marchó de allí sin ser visto. Dos calles más adelante se cruzó con una hilera de coches de policía con sus sirenas activadas y conduciendo a todo trapo.
- ¿Has oído hablar del efecto mariposa? Un aleteo podría, años después, provocar huracanes en el otro extremo del mundo.
- Efecto mariposa... -dijo pensativo, mientras se llevaba inconscientemente la mano al parche de su ojo. Efecto mariposa -repitió, enfureciéndose repentinamente.