jueves, 13 de noviembre de 2008

Ella hablaba y yo escuchaba. Lo que podía ser una conversación trivial, para mí era "verla hablar", cualquier cosa que me contara cautivaba mi atención, sólo por estar viéndola hablar. Acompañaba sus relatos de diversos gestos faciales constantemente, movía sus manos como una directora de orquesta guiando sus palabras, sus énfasis en los puntos que quería destacar, los paréntesis que ella misma se hacía para explicarme algún detalle de fondo que no pareciera claro, su tono de voz desprovisto de un tono clasificable. Todo en ella, para mí, volvía interesante cualquier cosa hablable.

Pero había un problema: cuando yo hablaba la atención la acaparaba mi conversación, o no. Frente a ella, y a pesar de mirarla a los ojos, yo sentía que no había nadie que estuviera viéndome a mí. ¿Cómo había llegado al punto de entristecerme que alguien se concentrara únicamente en lo que digo? Y no también, un poco, en mí. Mi desesperada visión de la realidad hacía que hablarle me volviera invisible, un locutor de radio en una sala oscura, emitiendo sólo para ella desde lejos.

Ese día, sentados uno junto a otro y disfrutando de la cálida tarde, decidí contarle un sueño que tuve.
- ¡Quiero escucharlo! -dijo entusiasmada.
- Es muy largo...
- ¡Pero salgo yo! Mejor si es largo.
- Bueno... -cogí aliento y busqué las palabras con las que empezar la narración- Estabamos en la playa... aunque vestidos de calle. Creo que sólo estabamos allí paseando, disfrutando de la tarde como estamos haciendo ahora, mientras hablamos de nuestras cosas. La playa estaba llena de bañistas, pero nosotros estabamos alejados... casi al principio de la playa. No recuerdo nuestras conversaciones, creo que tampoco nos dio tiempo a hablar de mucho.
- ¡Qué rollo! A saber de qué hablaríamos. ¿Por qué no tuvimos tiempo?
- Eso es lo importante. De repente todo el mundo empezó a correr desorganizadamente por toda la playa. Huían tan aterrados que muchos nos arrollaron sin miramientos y casi te pierdo de vista. Pero agarré tu mano y no dejé que nos separaran.
- ¡Bien!
- Yo no era capaz de ver la razón por la que la gente corría, hasta que escuché algunos gritos de los bañistas diciendo "¡la ola! ¡la ola!".
- ¡¿"la ola"?!
- Sí. Es una de estas cosas extrañas que pasan en los sueños: ahora no hay nada, ahora sí. Eso fue lo que nos ocurrió con la ola, que apareció casi de la nada y justo delante nuestra. Era gigantesca, capaz de engullir la ciudad entera. Y nosotros estabamos allí... justo delante de ella y en su momento quizá más poderoso...
- ...
- Lo siguiente que hicimos después de contemplar con sorpresa a la ola, fue mirarnos con pánico a los ojos. La ola ya estaba sobre nuestras cabezas y ahora parecía incluso más grande que antes. Su altura había conseguido tapar el sol y era desesperante estar a la sombra de aquello. Yo, que aun te agarraba con fuerza la mano, te hice reaccionar de un tirón para echar a correr.
- ¿Escapamos?
- Sabía que no llegaríamos muy lejos... -dije negando con la cabeza- la ola avanzaba rápido y nosotros ya estabamos prácticamente siendo salpicados por ella. Sin embargo, nos dio tiempo a llegar a la verja que separaba la playa de la calle (no, yo tampoco he visto nunca una playa así), solté tu mano y te empujé contra ella.
- ¿Que me empujaste en una situación así? Anda que...
- ¡Eh! Deja que me explique... tu espalda estaba pegada a la verja y me mirabas con cara de no saber muy bien qué estaba haciendo. Entonces te abracé. Pasé mis brazos por entre los barrotes y me agarré con fuerza a ellos. Pegué mi cuerpo al tuyo y hundí mi cara en tu pelo, sintiendo el tacto con tu cuello en mis mejillas.
- ... ¿Por qué hiciste eso? -preguntó, después de unos segundos sin habla.

La pregunta hizo que me diera cuenta del peso sentimental del que mi sueño iba cargado. Casi estaba diciéndole abiertamente "estoy enamorado de ti", y no había sido consciente de ello. Resolví salir de la situación mintiendo, para evitar cualquier situación incómoda.
- Sabía que lo peor de aquella ola no era morir ahogado... sino que arrastraría rocas y cosas así. Yo quería protegerte de ellas, darte almenos una posibilidad de sobrevivir... -hubo una pausa ahí, donde comprobé que la atmósfera estaba tensa- ¿No es eso lo que hacen los buenos amigos? -dije, mostrando una amplia sonrisa y en un tono despejante, dinámico, que nos hiciera despertar de ese sueño.
- ¿Y qué más? -preguntó intrigada.
- Nada. Ahí acaba...
- ¡Que sueño tan raro! Pero bueno, fui salvada y todo, que detallazo.

Reímos y comentamos un par de cosas más sin importancia referente al sueño, y comenzamos a hablar de otra cosa. Por alguna razón me sentía decepcionado conmigo mismo, en lugar de contento por haber sabido parar a tiempo. Porque... lo cierto, es que ahí no acababa el sueño. Y creo que, a pesar de haber conseguido evitar aumentar el grado de incomodidad, no estaba satisfecho. Había dado impulso a una rueda que ahora no podía frenar. Su incompleta atención en mí era doblemente dolorosa, mi exceso de atención en ella doblemente pasional. La rueda giraba cada vez con más velocidad, más frenética, y si no hacía algo, si simplemente nos despedíamos sin más, la rueda ficticia de mis emociones se estrellaría contra mí al final de la empinada calle.

- ¡Lo cierto es que el sueño no acaba ahí! -dije como si acabara de escaparme de un yugo y pudiera, después de largos años de esclavitud, hablar libremente.
- Pues termínalo -pidió, después de examinarme con confusión.
- La verdad es que no recuerdo nada del momento del impacto con la ola. Estaba abrazado a ti, sujetando nuestros cuerpos a la verja... y de repente estabamos sumergidos en el agua. Seguíamos abrazados mientras la corriente nos arrastraba por las profundidades marinas, estas que tienen una vieja ciudad enterrada en su fondo. No era una corriente violenta, casi nos llevaba flotando en un apacible paseo... supongo que es otra de las rarezas de los sueños. Sin embargo, el oxígeno era nuestro nuevo problema. Estabamos como en una especie de túnel acuático, ya que la posibilidad de ascender hasta la superficie no era algo que hubiéramos considerado. Simplemente esperábamos eso... llegar al final del túnel para poder volver a respirar.
- Qué angustioso...
- En ese momento... yo... te besé.
- ¿Me besaste?
Me di cuenta de que nuestros rostros estaban muy juntos. Casi estaba susurrándole el sueño, lo que la habría obligado a acercarse a mí y yo no me había dado cuenta hasta ahora. Reprimí un escalofrío temeroso e ignoraba la esperanza revolviendo mi estómago.
- Te di mi oxígeno.
- Volviste a salvarme...
Sus ojos repentinamente vidriosos, ¿serían por mí?
- Sí...
Pero no era así, y la rueda me obligaba a obedecer mis emociones. El miedo al dolor acababa de romper mi derecho a decidir.
- ¡No! -Dije, como si la palabra hubiera salido a presión después de comprimir mi garganta- Lo cierto es que no lo hice para que te salvaras. Bueno, no sólo por eso. Yo... la verdad es que estaba dando mi vida a cambio de un beso.

No fui capaz de decir esa última frase mirándola a los ojos, más bien miraba al suelo, donde creía que en cualquier momento podría ver un reflejo metafórico de mí mismo. Al decirla, ya pude armarme de valor y la miré, con una falsa apariencia valiente, a los ojos. Seguíamos igual de cercanos que antes, no hacía falta ni medio segundo para que pudieramos besarnos, ni medio esfuerzo, ni media intención. Ambos temblábamos tanto que incluso podía suceder que nos besáramos sin querer.

Pero ella se levantó, dijo que debíamos ir yendonos y así lo hicimos. Al cabo de unos minutos caminando nos despedimos, tomamos nuestros respectivos distintos caminos y nunca más ha vuelto a haber un momento como aquel con ella.

En el tramo de camino a casa que me correspondía hacerlo en soledad averigüé los primeros síntomas, casi como resacosos, del caos que había organizado la rueda. Casi sin un sólo aliento de vida recordé con desesperanza los versos de un poeta, Bécquer, que seguramente había sentido también esa rueda imparable, o esa ola arrolladora poniendo constantemente la vida al borde de un precipicio, donde un miedo ficticio a la muerte nos obliga a querer expresar nuestros sentimientos y obtener sus resultados de inmediato.

"Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso."


"¡Ay!", dije en un suspiro. ¡Si almenos supiera con certeza que la vida equivale a un beso suyo!

martes, 21 de octubre de 2008

Ha pasado ya un mes desde que descubrí que Lie quería traicionarme. Él desconoce que yo sé esto, sin embargo, su actitud hacia mí ha cambiado radicalmente. No hablamos de modo personal, ni más ni menos que con cualquier otro. Habrá pensado que mi contacto social es ahora enfermizo, y que todo lo que por mí sea tocado con más presión de la normal será investigado cuando la justicia se haga cargo de mis crímenes. Está preparando el terreno para cuando llegue el momento de mi detención, y eso, por ahora, consiste en comportarse como si no hubiera un lazo sangriento uniéndonos, sino la más normal de las indiferencias.

Por otro lado, mi terreno se prepara al mismo tiempo que Lie cree preparar el suyo. Estoy permitiendo ser evitado, como solución a mi problema "cómo evitar a Lie"... Los dos estamos creando un terreno seguro entre ambos, donde en un futuro podamos correr a refugiarnos cuando tengamos que confesar que no nos conocemos más que de tratar en clase.

En otras circustancias, hubiera dedicado mucho más tiempo a concienciar subconscientemente a la gente de que entre Lie y yo nunca ha habido un trato a tener en cuenta, pero mi misión corría prisa. No porque hubiera un tiempo límite en el que, sobrepasado, ya el éxito fuera imposible, sino porque deseaba poseer lo antes posible el corazón, y todo lo demás, de Lina... y eso sólo era posible eliminando a sus estorbos intelectuales: sus amigas.

En un intercambio de clase, Lie aprovechó la oportunidad y me señaló discretamente que fueramos al servicio. Fue un golpe de suerte que, después de un mes, fuera él quien tomara la iniciativa justo el mismo día que me proponía hacerlo yo. Una vez allí, y después de que Lie se tomara su tiempo para asegurar nuestra soledad en la sucia estancia, nos miramos con silenciosa atención durante unos segundos, el estudio de rigor. Noté un fallo en su perfecta serenidad, algo que no debía estar ahí, un tic de impaciencia brotaba visible a mis ojos.

- ¿Cuándo piensas matar a Tere y Genne? - me susurró mientras iba a comprobar por el hueco entreabierto de la puerta que nadie se acercaba. Lo cuidadoso y asustadizo que se había vuelto me pareció hasta cómico, nada que ver con su viejo yo, incluso se había olvidado de ocultarme su precaución hacia ser visto conmigo. La tortura psicológica a la que le había sometido retrasando el momento de llevar a cabo lo acordado sin previo aviso, había hecho efecto. No sólo manejé por primera vez la voluntad del demonio haciéndole venir a mí cuando sé que él no quería hacerlo, sino que le desconcerté hasta el punto de perder el disimulo ante mí, como si ya sólo importara lo que los ajenos a todo esto puedan ver.
- No es trabajo rápido estudiar la rutina de dos personas, junto a sus más habituales imprevistos -dije en un tono excusatorio del que me arrepentí-. Pero ya he acabado.
- ¿Y bien?
- Para matarlas a las dos al mismo tiempo y sin complicaciones... sólo hay una combinación posible.
Se quedó pensativo, aunque tuve la impresión de que adivinó desde el primer momento cuál iba a ser mi plan.
- ¡¿No estarás pensando matarlas en el colegio, no?! - dijo subiendo un poco más el tono del susurro. Su reacción ya delataba una oposición brutal, y era evidente el porqué. Su alejamiento de todo riesgo iba a ser perturbado drásticamente.
- Sí, la otra opción es matarlas por separado.
- Pero eso es demasiado arriesgado... -dijo. Supe al instante que se sintió obligado a darme la razón, retomando la misión de no levantar mis sospechas.
- Es imposible -sentencié como apartando la opción con la mano-. Hay una laguna enorme de horas desperdiciadas entre los momentos perfectos para matar a una y tener una buena oportunidad de matar a la otra. Es demasiado alta la posibilidad de que no pueda matar a la segunda porque salte la alarma de preocupación por la desaparición de la primera. Eso en el caso, muy optimista, de que no encuentren el cuerpo difunto, ya que esconderlo más que regular es otra tarea que he catalogado de imposible.

Era cierto, pero sobretodo era creíble. Lie no tenía otra opción que aceptar mi plan, por mucho que se estuviera presionando vigorosamente las sienes buscando, seguramente, alguna otra alternativa. Al final empezó a ceder, con el pesar reflejado en el rostro.

- Matarlas aquí...-resopló-, sigue siendo arriesgado. Estaremos diciendo a voz limpia "el criminal es alguien del colegio" -advirtió, como si se preocupara por mi seguridad. Ahora creo que lo que buscaba desesperadamente en su mente era el mejor modo de manipularme.
- Lo sé -añadí, simplemente, sabía que no necesitaría dar más argumentos.
-¿Cuándo lo harías? -Observé con desánimo que aún utilizaba el condicional.
- No lo sé -mentí-. Pronto. Aún tengo que pensar en el mejor modo de hacerlo -respondí, dándolo por seguro, para paliar su condicional.
Sabía que darle el día exacto a Lie era una información demasiado valiosa, lo suficiente como para asegurar su supervivencia.
- Quiero que me des toda la información que tengas de esas dos. Horarios, responsabilidades, aficiones... todo. Quizás yo encuentre una vía mejor de llevarlo todo a cabo.
- Mañana.
No tenía opción de negárselo, no dejar que me preste ayuda a estas alturas sería incoherente. Sé que lo hace o bien porque cree que es más inteligente que yo, o bien que ya sospecha que sospecho de él y quiere confirmarlo. En cualquier caso, la mejor opción era hacerle rechazar esos pensamientos. Ya contaba con esa posibilidad, incluso con la de que comprobase la veracidad de esos datos investigando él personalmente a Tere y Genne. Manipular la verdad, en este caso, es mucho más efectivo que mentir, hacerle partícipe de mis investigaciones sólo conduciría a que se viera aún más encerrado, en la obligación de ejecutar el plan en el colegio.
Pareció conforme sabiendo que tendría a su disposición los mismos datos que yo, incluso recuperó la seguridad en sí mismo que hasta ahora parecía haber perdido.
- Avísame antes de hacer nada, no quiero sorpresas -me avisó, mientras se proponía salir de allí dando por terminada la conversación-. Una cosa fue contener la carcajada cuando el profesor nos anunció la muerte de Jana, y otra presenciarlo. Necesitaré saber cuándo lo harás, ¿de acuerdo?
- Comprendo, así lo haré -mentí, mientras sonreía para distraerle haciéndole pensar que correspondía a su sentido del humor y que para nada sospechaba de su verdadera intención, la de escaquearse.

Salimos de allí, asegurándonos de no ser vistos. Cuando entramos en clase, en momentos distintos, el aula era todo un alboroto de conversaciones efusivas entremezcladas aprovechando la ausencia de profesor. Noté en la expresión de Lie que ambos estabamos satisfechos con esa visión que, otrora, nos hubiera asqueado. Sentí una punzada en el corazón cuando vi a Lina en su asiento con la vista y la mente perdidas en algún sitio. '¿Empiezas a darte cuenta de que Tere y Genne no son suficiente para ti? Pronto te liberaré', pensé con regocijo.

Al día siguiente, tal y como habíamos acordado, le pasé a Lie toda la información que había almacenado de las vidas de los dos objetivos. Después de un desesperante fin de semana con nervios e intriga, el lunes Lie buscó otro momento de privacidad para darme la razón: el mejor de los escenarios era el colegio.

Soy consciente de que nada de lo que dije fue creído al 100%, por la naturaleza desconfiada de la que adivinaba poseía Lie. Pero tengo la convicción de haber llenado el porcentaje hasta su máximo posible en él.


Ya sólo quedaba pulsar el botón rojo.

martes, 14 de octubre de 2008

Vuelve a mí, mi amadísima, la tinta de mis páginas. ¡Cómo te he echado en falta entre las rejas de lo cotidiano, donde sólo había hueco para una parte de mí mismo! Los pensamientos iban siendo desaprovechados sin ti, perdidos entre la multitud horizontal. ¡Cómo he podido vivir sin hacértelos saborear!

Vuelve a mí, mi amadísimo sueño imposible, hazme tener pesadillas de nuevo para poder escribirlas. Y un constante despertar a ese constante dormir, abrir los ojos sobresaltado: eso me hace sentir vivo.

Ven, mi amadísima enemiga, mi asesina. Ven a darme muerte: ¡quiero tener que volver a resucitar!

domingo, 2 de marzo de 2008

Vi aparecer su silueta por el extremo de mi calle, aun cuando todo su cuerpo estaba compuesto por sombras yo era capaz de reconocerla, como si hubiera memorizado al detalle cada milésima de su cuerpo. Era la primera vez que la veía conduciendo su moto y debo decir que experimenté una sensación parecida al desconsuelo aunque no sabría explicar porqué. Quizás porque había preferido ahorrarse unos minutos de camino, ahorrando también su trato conmigo, o quizás porque ir ahí subida esquivando con soltura la manada de coches la hacía parecer más madura que yo... pero sólo son especulaciones mías que sé que no son verdaderas, que sólo intentan hacer explicable lo inexplicable para reconfortarme. Esta sensación no tiene sentido, eso es todo.

Paró frente a mí y me dio el casco que guardaba entre sus pies. Monté en la moto y me agarré a la parte de atrás del asiento, refrenando el deseo de agarrarme a ella en un abrazo. Tampoco hizo muestras de querer que fuera así. Arrancó y nos fuimos sin más. En poco tiempo llegamos al colegio y nuestros caminos se separaron.

Lina en ningún momento había buscado mi consuelo, no se había apoyado en mí para hacerse más fácil la pérdida de Jana. No sé cómo hubiera afrontado yo la hipotética situación en la que Lina se desahoga expresándome la pena por la muerte de alguien a quien yo he matado, pero sin duda su falta de confianza era mucho más doloroso, más incluso que haber tenido que matar. Tere, Genne y Lina habían construído una sólida base en la que luchar contra la tristeza y juntas lo superaban como podían. Estaba claro que si quería que hubiera un sitio para mí en el corazón de Lina tenía que deshacerme también de esas dos. Entonces, sería en mi hombro donde lloraría la temporal tristeza de haberlas perdido a todas. Un tiempo después, la alegría de poseer mi hombro la cegaría en todo lo demás y existiriamos felices juntos.

Pensaba en todas estas cosas cuando apareció Lie en mi camino y sin saludarnos siquiera subimos en silencio las escaleras que nos conducían a clase. Recordé la conversación que tuvimos ayer. Estabamos en su habitación, empapelada de pósters de videojuegos y figuritas de guerra que no sabía de qué eran.
- ¿Qué sacas tú con la muerte de Tere y Genne? -Le pregunté mientras examinaba la decoración de su habitación, como queriéndole quitar importancia al juego de vida humanas del que hablabamos.
- Simplemente no me gusta la raza humana. Si tú quieres matar a humanos, yo te apoyaré. No hay más. Puedes pensar que soy un monstruo si quieres.
Entonces ya me pareció un argumento simple, pero me engatusó la idea del desprecio hacia la humanidad, desprecio que yo había compartido en multitud de ocasiones.
No puedo dejar de pensar en lo despreciable que es hablar de esto como si fuera lo natural del mundo.
- ¿Por qué no matas tú entonces?
- Sospecharían demasiado rápido de mí.
Ya había usado su maldad como argumento dos veces.
- Sin embargo tú eres perfecto -continuó-, que no tienes mente de asesino lo sabe todo el mundo y eso te da una ventaja tremenda. Los mejores asesinos son los que no tienen perfil de asesino, los que han matado puntualmente por razones concretas y que sólo él conoce. Si los motivos están igual de ocultos que las pistas, ¿cómo te acercas al culpable? Si hubiera sido yo el que hubiera ocupado tu papel en la muerte de Jana, ya estaría entre rejas. Todos me habrían señalado, como ya han hecho, y si me señalasen siendo culpable, las pistas habrían salido de debajo de las piedras. Contigo tienen un verdadero problema. Aun así no eres intocable, tienes que pensar bien lo que haces y andarte con cuidado.
Puede que no tuviera razón, pero mostró tanta seguridad en un tema que a mí estaba tan al borde de escapárseme de las manos que no tuve otro remedio que venderle mi alma.
- ¿Qué crees que es lo mejor que puedo hacer ahora? -Pregunté con resignación.
Sonrió, seguramente ante la idea de saber que necesitaba su ayuda.
- Con Jana has tenido un descanso de demasiado tiempo. Han pasado ya dos semanas desde que la mataste y es un lujo que no te puedes permitir la próxima vez que actúes.
- ¿Por qué?
- Una muerte no dice absolutamente nada de lo que tienes planeado. Pero dos muertes en poco tiempo, en una misma clase, en un mismo grupo de amigas... revelará lo justo como para volverse demasiado problemático... todo el mundo se dará cuenta sobretodo unos acojonados padres temerosos del bienestar de su niñita. ¿Qué crees que harán? No tardarán en, temiendo por la seguridad de la hija, cambiarla de colegio, mudarse, desaparecer del mapa. La estúpida aleatoria a la que dejes viva estará fuera de tu alcance y eso no es lo peor, sino que también Lina, con sus respectivos acojonados padres, iría detrás de ella. Tienes que acabar rápidamente con las dos y esperar con calma a que se cansen de buscar al culpable.
La idea de perder a Lina de mi lado definitivamente, después incluso de haberme apuntado una muerte para conseguirla me estremeció. Lie tenía razón, una muerte más despertaría la evidencia y corría el riesgo, no quizás de ser descubierto si había sido cauteloso, pero sí de estropear el plan.

Terminamos de subir la escalera sin haber mencionado ni una sola palabra, como perfectos desconocidos. Caminabamos uno junto al otro, como si fueramos dos de los jinetes del apocalipsis conviviendo de incógnito con los humanos. Sus ojos afilados miraban con desprecio hacia todo aquello que se cruzara por su camino, hasta al viento que le golpeaba haciendo ondear su larga melena y su chaqueta de cuero. Eramos dos demonios paseando impunemente por el mundo de los vivos y el aura de maldad se expandía hacia todas partes a nuestro paso, imponiéndose invisible en el subconsciente de todo ser vivo que había allí.
Al haber repasado mentalmente la conversación de ayer descubrí algo interesante que Lie me había ocultado, algo va a hacer que cambie mis planes: Aunque mate a Tere y Genne de seguido, sigo corriendo el riesgo de que Lina, asustada, huya de mi vida y de la de todos. ¿Una mente tan inteligente y previsora como la de Lie no había tenido algo tan fundamental en cuenta? Aún si las mato a las dos juntas, Lina no sabrá que acaba ahí la cosa, sigo corriendo riesgo igualmente. ¿Por qué había intentado Lie engañarme así? ¿Y con qué intención?

De todos modos tenía un problema mayor entre manos: cómo conseguir que Lina no huyera. El modo más sencillo sin duda era conducir a la policía a un culpable definitivo para así hacerla sentir segura, aunque eso aumentara todavía más mi saco lleno de imperdonables pecados.
La única solución en la que equilibraría la balanza del bien y del mal en mi desastrosa vida moral era evidente. Me quedé contemplando con detenimiento la visión de mi salvador infernal, Lie. "Realmente me ayudarás con mi plan, demonio", pensé con sarcasmo mientras le seguía observando. Él sería el elegido, pero utilizar como falso culpable a alguien que sabía la verdad sobre mis actos era muy arriesgado, tendría que dejar una prueba que le incriminara irrefutablemente, que invalidara cualquier cosa que revelase a la policía sobre mí. No sólo por eso era arriesgado, la incógnita de porqué me había intentado engañar antes aún seguía ahí... ¿realmente tenía Lie algo secreto planeado que yo no he tenido en cuenta? Construir mi nuevo plan sin tener eso en cuenta sabía que sería un error garrafal.
Seguí observando su paso seguro y prepotente. Su esplendor demoníaco y su mirada de desprecio hacia el resto de la gente era tal que parecía que un océano de lava se extendiera por todo el planeta, una lava que se conformase con achicharrarnos los pies sin derretirlos, a todos menos a él... y sólo le quedara reírse viendo como la humanidad salta y chilla de dolor, haciendo el ridículo constantemente ante sus ojos, dándole control pleno sobre nuestras existencias al no poder hacer más que eso. Entonces, como regalo caído del cielo, me vino el entendimiento:
Igual que yo había tomado la decisión de dejarle como culpable en el momento justo, él también había tomado su propia decisión. Por algo no quería hacerme descubrir que Lina también corría, posteriormente al plan, riesgo de fuga; no quería que me preocupase por algo que no sucedería ya que él había encontrado por su cuenta solución a aquello.
Cité mentalmente con estremecimiento una frase de su boca que ahora cobraba doble sentido: "...y si me señalasen siendo culpable, las pistas habrían salido de debajo de las piedras".
En cuanto llevara a cabo el asesinato de Tere y Genne, Lie me delataría. ¿Pero por qué? Esa duda aún seguiría flotando en mi mente, pero afortunadamente no supondría ningún estorbo para que elaborase un plan. Ese 'por qué' no representa ningún factor sorpresa en lo que respecta a hacer salir bien un plan ahora que ya sé a qué atenerme con Lie.


Le eché un último vistazo a su presencia, doblando la esquina para entrar en clase. ¿De verdad alguien que hasta ahora me ha prestado su ayuda sin cuestionar tan dudosos métodos estaría pensando en llevarme ante la justicia?

No. Si había encontrado una razón para hacerlo lo haría. Es Lie, sin duda lo haría.

jueves, 7 de febrero de 2008

Niebla, lluvia, silencio lúgubre, chasquidos remotos difíciles de clasificar... Cumpliendo esas características se dibujaba en mi mente la imponente imagen de un típico cementerio. Esta vez mi fantasía recrea el escenario real del cementerio en el que van a enterrar a Jana. La concurrencia era mínima, se limitaba a familiares cercanos y a nosotros, sus compañeros de clase. Comprobé con tristeza que aparte de nosotros no había allí nadie más de nuestra edad despidiéndola, ni que tampoco la gente sufría su pérdida como si fuera algo infinitamente doloroso, exceptuando a sus padres y a sus tres amigas del alma. Era realmente tétrico comprobar la simplicidad de su vida a raíz de su muerte. Su paso por el mundo no tardará mucho en ser olvidado, pronto no quedará nada de ella.
         La lluvia debe haber sido otra razón para que haya tan pocas personas aquí. De primera mano sé que, por lo menos, cinco compañeros nuestros no han venido por eso. Cuando Lina se enteró de que no iban no se tomó muy bien la noticia, y pronunció con las lágrimas ya en los ojos: "A Jana le encantaba la lluvia". Para Lina eso era un consuelo, para mí era más bien una situación irónica.
         La madre de Jana hace rato que guardó el paragüas en mitad de pleno chaparrón y llora en el hombro de su esposo, frente a la que será la tumba de Jana, mientras se empapa hasta los huesos. Concluí en que le avergonzaba que la vieran llorar y pensaba que la lluvia la camuflaría. Yo también decidí prescindir de paragüas, pero no para ocultar unas lágrimas que no fluyen aunque debieran, sino por un absurdo modo de penitencia hacia Jana. El resultado de sumar todo el dolor que captan mis ojos soy yo, el causante de todo esto. Pensé con terror qué pasaría si de repente todos descubrieran ahora mismo mi pecado... se lanzarían a por mí como fieras rabiosas para ajusticiarme, para hacer conmigo lo que yo hice con Jana.
         La culpabilidad me acecha en cada esquina y no son pocas las veces que me arrepiento. Siento que he hecho algo deleznable, algo que cambiará mi vida estrepitosamente y que no podré evitar nunca la tortura de su recuerdo. Pero luego contemplo a Lina y todo cambia. Sus mejillas están húmedas y sonrojadas, contrastadas con su tez tan blanquecina y su belleza de ultratumba. Es preciosa incluso cuando sufre. Todo esto lo he hecho por ella, si me arrepiento ahora de haber matado sería como admitir que Lina no me importa lo suficiente como para matar por ella, como para salvarla del tedio hacia el que sus amigas la dirigen sin remedio. Pronto será más feliz que nunca.
         Lie estaba colocado junto a ella, lo que me despertó de las ensoñaciones en las que entré mientras la miraba. ¿Acaso no había otro lugar donde colocarse? Lie siempre se entrometía en mis pensamientos más trascendentales. Observé que es el único de los que no están realmente tristes que no se molesta en fingir.

Después del entierro, Lie nos llevó a una cafetería a Tere, Gene, Lina y a mí. A pesar de las diversas excusas que los cuatro pusimos, entre ellas la más que comprensible ganas de las chicas de ir a casa a pasar la pena, pero Lie insistió y nos convenció diciendo que tenía algo importante que contarnos.
Ya una vez sentados en la mesa y habiendo sido servidos por el camarero, nos analizó uno por uno con su enigmática y diabólica sonrisa por bandera. Pareció descubrir algo que le agradó y se mostró dispuesto a empezar a hablar. Algo me decía que el día no era aún suficientemente monstruoso, que no bastaba con haber visto en primera plana el triste fruto de mis actos.
- La policía me tiene como sospechoso del asesinato de Jana -nos dijo sin rodeos y con una tranquilidad chocante.
- ¡¿Asesinato?! -Chillaron las tres a la vez. Lie las amonestó por la poca discreción.
La verdad es que ellos no sabían cuál ha sido la razón de la muerte. Si bien nos han dado una escasa versión de los hechos, nadie se la creyó, no sé porqué, y originó muchos rumores. Por supuesto, el de que había sido asesinada estaba entre esos rumores, pero tenía la misma credibilidad que los demás. Así pues, lo que acababa de decir Lie era una importante noticia y, en consecuencia, me fingí también sorprendido.
- Jana fue asesinada cuando salía del gimnasio -empezó a explicar Lie-, el único momento de su día a día en el que estaba a solas. No sólo eso, sino que además tenían información de que siempre compraba una botella de agua a la salida, en la esquina de esa misma calle. La dependienta no la vio ese día, y sin embargo sí la vieron salir del gimnasio.
- Eso es absurdo -opiné. Estaba frustrado por no haber tenido en cuenta antes ese detalle, ahora ya era tarde.
- ¿Y qué pasa con eso? -preguntó Lina irritada.
La muerte de Jana era aún demasiado reciente como para asimilar facilmente aquellos datos, pero la curiosidad de las tres podía con ellas.
- Todo lleva a pensar que la estaban esperando a la salida del gimnasio, único momento en el que era presa fácil. La hicieron cambiar de ruta y ya nunca más fue vista viva. Alguien que supo cuál era el momento indicado y que pudo convencerla de que le siguiera. Sólo lo pudo hacer un conocido -Lie tenía su mirada clavada en mí mientras hablaba-. Dada su escasa vida social las opciones se limitan mucho, y claro...
- Dada tu personalidad y con esas premisas es fácil incluirte en la lista -añadió Tere.
- ¡Vamos! ¿No pensarás en serio que Lie es el asesino, no? -intervino Lina furiosa.- Él es como es, pero asesinar va mucho más allá de tener una personalidad mezquina.
- Gracias -respondió Lie con ironía por lo de mezquino.
La intervención tan espontánea de Lina me molestó. ¿Por qué sería ella la que tuviera que salir en una defensa tan absoluta de alguien como Lie? Pensé con nerviosismo que acaso Lina prefería que yo fuera el asesino antes de que lo fuera Lie, pero luego me relajé y pensé que yo no tenía nada que ver, que incluso la policía me había dejado fuera de la lista de sospechosos, si es que existía tal lista. La superficialidad con la que hablabamos sobre los motivos de la muerte de Jana justo después de su entierro me pareció una muestra evidente de la insensibilidad natural humana, cosa que nadie parecía tener en cuenta.
- Pero no todos piensan como tú, Lina -continuó Lie-. Algunos de los que han sido entrevistados por la policía me han mencionado a mí y es por eso que me veo en esta situación.
Por un momento pensé con alegría que quizá mi misión incluiría el arresto de Lie, mientras que yo disfrutaría de una placentera vida junto a Lina.

Lie y yo nos despedimos de las chicas, por desgracía nos tocaba un tramo de camino juntos. ¿Qué tendría el diablo reservado para estos minutos de soledad junto a mí? Caminaba ligero y en silencio, queriendo llegar lo más pronto posible a mi casa sin tener que pasar ningún mal rato, pero eso no fue posible.
La calle estaba solitaria y oscura. Eran las cinco de la tarde de un domingo lluvioso, más que razón para que casi todo el mundo decidiera quedarse en casa. Podía ocurrir cualquier cosa, me sentía impotente no pudiendo correr como si fuera un niño chico huyendo hasta refugiarme en el portal de mi bloque. ¿Qué explicación podía luego dar si hiciera eso? Tenía que ser escrupulosamente normal. Mi fuero interno era un infierno gobernado por el mismísimo demonio Lie.
- ¿Quién será la siguiente? -me preguntó sonriendo- ¿Tere o Genne? ¿O las dos a la vez? Eso sería todo un show...
- ¿Qué estás insinuando?
- ¡Oh, venga! No esperaba que fueras tan idiota como para fingir conmigo. Sabes de sobra que sé que fuiste tú el que mató a Jana. ¡Yo te lo propuse y una semana después murió!
Aceleré aún más el paso, ahora que la situación me había proporcionado una excusa: la indignación.
- Un conocido la mató -siguió insistiendo, caminando ahora un paso tras de mí-. ¡Tú eres ese conocido! Tú investigaste, tú sabías cuándo era oportuno matarla.
Me detuve y le miré furioso cara a cara.
- ¿Qué quieres de mí? -grité.
En ese momento acepté la derrota, habría aceptado que Lie me entregara si es que no lo había hecho ya. Además tenía razones para hacerlo, pues así demostraría su inocencia. La verdad saldría a flote y yo no podría negarla. Con una acusación hacia mí no tardarían en demostrar mi culpabilidad.
         Lie acercó espontáneamente su cara hacía la mía, inclinándola como si fuera a besarme en la boca. Sus manos agarraban mis hombros con firmeza. Me tenía a su merced. Su larga melena estaba empapada, la lluvia había convertido sus rizos rubios en lacios mechones morenos lo que hacía que un par de ojos azules inyectados en maldad impusieran aún más ante tan sádica mirada. La situación era tan ilógica que realmente temí que fuera a besarme en un arrebato.
- Quiero que continúes con el plan -dijo-, quiero que sigas matando.

sábado, 2 de febrero de 2008

Jana era una chica introvertida, que desahogaba todo lo insustancial que había dentro de ella cuando estaba con sus tres únicas amigas. Estudiaba a diario, mínimo un par de horas, sin embargo sus notas no superaban la media de la clase. Iba un par de días a la semana al gimnasio para adelgazar, pues no estaba contenta con su físico y sentía que no atraía a ningún chico. Allí no se relacionaba con nadie, se dedicaba a su ejercicio mientras fingía que ignoraba todo lo demás, pero lo cierto es que era su timidez la que le impedía hablar con quienes a ella le gustaría hacerlo. Allí pasaba inadvertida y procuraba, sin necesidad, no llamar la atención de nadie por miedo a hacerlo para mal. Su retraimiento social incluso impedía que se duchase allí, por lo que volvía a su casa empapada de sudor. Sus únicas salidas eran las de ir a clase, martes y jueves gimnasio de 7 de la tarde a 9, y viernes con sus amigas, de 5 de la tarde a 9. Los demás días de la semana los pasaba en casa con su familia, salvo alguna salida eventual con ellos a pasear. Su rutina le resultaba placentera, y con sus amigas tenía suficiente la mayoría de las veces para existir agradablemente.
Tomaba notas mentales de todo lo referente a la vida de Jana mientras fumaba un cigarro sentado en mi escritorio, bajo la única luz del molesto brillo del monitor de mi ordenador. Su vida era simple y feliz, pensaba con cierta indiferencia, a mi ver podría decir que perfecta si no hubiera sido por mi presencia en ella.



Esperaba con nerviosismo la llegada de Lina, pues con ella, darían comienzo los quince minutos más interesantes de mi día a día. La razón de mi nerviosismo la achaqué sobretotodo a que, quitando la gran noticia que estaba a punto de asaltarnos a todos, ese día era lunes y siempre venía cargada de cosas de las hablarme, pensamientos que había tenido en mi ausencia y que no podía compartir con nadie más; yo debía estar a la altura de ellos. Eran mis quince minutos de prueba para la gloria, en los que debía impresionarla y hacer que se enamorara de mí con una opinión a sus pensamientos bien elaborada que conmoviese algo dentro de ella... éste era el único método al que yo tenía acceso a llamar su atención en sus limitadas relaciones conmigo. Su amor por mí dependía de mí, eso estaba claro, y si lo dejaba a la suerte jamás llegaría esa situación. No soy como esos afortunados a los que su simple presencia les basta para conquistar a quienes ellos quieren. Pero estaba seguro que, de conseguirlo del modo difícil, disfrutaría de un amor mucho más digno y elevado que el de esa gente a la que la suerte le sonríe incluso sin desearlo fervientemente.

Mientras analizaba las comparativas sobre mi inexistente relación sentimental con Lina, apareció a mi lado sobresaltándome. Me saludó en su habitual gesto de indicarme que empezaramos a caminar y nos pusimos a ello.
- De aquí en adelante iré en moto a clase -dijo sin más dilación.
Sentí como si me estuviera exigiendo el divorcio. Aunque no fuera así, afectaría directamente a mis planes con ella.
- Bueno -contesté, con toda la neutralidad de la que disponía en aquel momento, que no era mucha.
- No te preocupes, vendrás conmigo -notó mi desagrado, eso le permitió utilizar un tono jactancioso que seguramente le provocó un cosquilleo de superioridad hacia mí. Me pregunto si sabrá algo acerca de mis sentimientos.
- No sé, me gusta el camino. Me gusta la pausa que hay entre la agitación de despertar, prepararme y salir, y la agitación de estar en clase. Es como un respiro en el que reflexionar sobre qué será del día.

Todo eso era verdad, pero indudablemente iba a ir con ella ya que me lo había ofrecido. La cuestión era que tenía que compensar el que acabara de notar mi consternación, para no dejar evidencias. Sin embargo, seguía entristeciéndome la idea... nuestros quince minutos experimentarían una considerable reducción, y en esos minutos restantes no habría hueco para las conversaciones que mantenemos ahora.
- ¿Qué te pasa? -Preguntó. Si bien antes había interpretado facilmente mi gesto, casi como si se lo esperara, ahora no. Mi visible reacción negativa la contrariaba. Quizá ahora hayan girado las tornas y piensa que no quiero ir con ella, su recién nacida superioridad hacia mí se habrá ido al traste.
Paso mucho tiempo junto a Lina, pero sólo este rato es Lina realmente. El resto de las horas se transforma en ese despreciable ser, se adapta a la altura estándar y olvida que existe un mundo de sabiduría en el que, cuanto menos, ella es habitante. ¿Qué haré? ¿Sentarme frente a ella esperando a que de cuenta de mi existencia? No, aunque eso pasara, conquistaría a la Lina enferma. Si nos depara un futuro juntos, no quiero avergonzarme de haberla atraído en sus horas de paroxismo extremo. Imagino una situación en la que se fija en mí y luego sus amigas la convencen de que no merezco la pena, de que soy como de otro planeta. Me inundo de odio, si no fuera por esas arpías quizás ni siquiera hubiera cabida para la Lina deshecha de inteligencia.
De repente, una oleada de pensamientos frescos, de recuerdos que no había tenido en cuenta, acudió en mi ayuda. Todo marchará bien, pensé para mis adentros. Quizá lo traumático de lo que me había visto obligado a hacer, había operado en mi ayuda beneficiándome con su olvido y sólo ahora que necesitaba de su conocimiento había regresado a mí. Había olvidado que estaba en proceso de solucionar el problema.
Instintivamente miré hacia atrás, por si Lie pudiera estar de nuevo detrás nuestra escuchándonos a hurtadillas. Comportamiento irracional por mi parte, ya que lo que estaba temiendo que pudiera escuchar eran mis pensamientos.
- No me pasa nada -respondí con la más amplia de mis sonrisas, recompensándola por haberse ofrecido a acortarme el camino. Eso ahora ya no importaba. Mis quince minutos, de todos modos, ya no serían imprescindibles.



Cuando llegamos, Tere y Genne acudieron en busca de Lina llamándola a voces desde lejos, como siempre. La ausencia de Jana en ese grupo de escandalosas me revolvió el estómago. Lina se despidió de mí, no hace falta que diga cómo, y se reunió con ellas. Yo seguí caminando, pensando en lo poco que me apetecía encontrarme con Lie ahora, teniendo mi conciencia tan exaltada. Temía que se diera cuenta y que hiciera las preguntas a las que no me apetece responder por el momento. Pero era inevitable, allí estaba sentado en su sitio, examinando con curiosidad mi llegada. Seguro que ya cree predecir algo sobre mí que ni yo mismo sé.
- Qué madrugadores estáis todos hechos -le dije animadamente, sin poder dejar del todo de lado la repulsión natural que él me inspiraba.
No me apetecía hablarle, pero no hablar con él era imposible. Así que mientra yo hablase, hablaríamos de lo que yo quisiera, o eso pensaba.
- Sí, no queríamos que te preocuparas de ser escuchado por terceras personas en tu momento de esplendor, así que todos en mutuo acuerdo hemos llegado antes que tú y que Lina -dijo con burla, evidentemente se refería a él mismo y ridiculizando además a mi propósito de atraer hacia mí a Lina.
No sabía qué contestarle para desahogar la impotencia que me originaba y teniendo en cuenta que fue él quien inició mi búsqueda de la Lina impecable, no podía sobrepasarme en la respuesta o podría estropeármelo todo. Mi destino estaba ligado fuertemente a aquel demonio sin piedad, me pregunto que conseguiría con todo esto. Por suerte, no tuve que responderle pues nuestro tutor se presentó en clase.
No nos correspondía dar clase con él y su gesto era de una pena intensa. Entró sin ni siquiera saludar, como distraído por otras cosas, cabizbajo. Todos estaban confusos ante su presencia y actitud. Cuando éste levantó la cabeza pudimos apreciar sus ojos llorosos, lo que hizo que todos se metieran ya en la atmósfera de desgracia aunque no supieran porqué. Mi corazón latía violentamente, tenía la boca seca, y parecía que me fuera a marear de un momento a otro, pero debía ser fuerte.
-Tengo una mala noticia que daros... -dijo por fin-, Jana está muerta.
Todos nos quedamos unos segundos en silencio, la clase asimilaba la noticia. El primer llanto que escuché rompiendo la quietud que precedía a la tempestad fue el de Lina, tan desgarrador y siniestro que me provocó un escalofrío, seguido por los gritos de Tere y Genne que aún se resistían a creer del todo lo que había pasado. Corrieron en búsqueda de Lina, y se fundieron en un apasionado abrazo de desconsuelo. No daba crédito a mis celos ante aquella visión, como si todos los demás sentimientos que la noticia debería haber despertado en mí fueran intocables, y lo único en que pensé es que esos sucios cuerpos manchaban el de Lina al fundirse en el abrazo.
Entre tanto, sentí la mirada de Lie atravesándome tras de mí, mirada a la que tarde o temprano tendría que hacer frente. Cuando la clase se vio de nuevo inundada en el ruido, con gente hablando, gritando, llorando e incluso pateando sillas y mesas; sentí la respiración de Lie detrás de mí, golpeando en mi oreja derecha.
- Un aplauso al autor de todo esto, no puedo creer que finalmente lo hayas hecho -me susurró.
- Cállate -le ordené al demonio girándome hacia atrás para mirarle friamente a los ojos, imponiéndome con autoridad ante su mezquindad.
Me miró con sorpresa, pero no dio muestras de haber caído bajo mi impulso, de haber sido arrojado de su despotismo.

Sin embargo, ahora yo era un demonio mejor que él.

martes, 29 de enero de 2008

- Sólo he conseguido hacer la primera frase, las traducciones se me dan muy mal. Por suerte, ayer se quedó justo en el que va antes de mí en la lista. Así que seré el primero corrigiendo la primera, si todo sale bien.
- Te preocupas demasiado.
- Sí, llevo meses dándole vueltas a esto -dije irónico.
- Meses. Únicamente son dos días, esa es la duración que mucha gente ha concluido sobre la vida -me sonrió-, yo debo ser inmortal -sentenció después de una larga pausa.
- Entonces todos somos inmortales -respondí, sacándole el lado cómico a algo tan deprimente.
- No es una evidencia, es una metáfora dentro de la metáfora. ¿Necesitas que te la explique?
- No -respondí humillado-. La vida se te hace eterna.
Su carencia de sentido del humor me ha hecho quedar como un descerebrado.

Nos acercabamos a la puerta de clase, esos fueron nuestros últimos segundos de conversación. Un grupo de chicas no tardaron en llamarla a voces y con impaciencia por saludarla. Debían ponerse al día sobre la cantidad de cosas que le pasan a un joven en cuestión de horas, una tarde comprendida entre el lunes y el martes.

- ¡Bravo, acertaste! - dijo acelerando el paso y con el cuello torcido en una última mirada. Su cotidiana forma de despedirse de mí, dejarme atrás.

Ahora empezaba la transformación. Lina, esa inteligente chica, aunque sin sentido del humor, dejaría de hacer metáforas sobre la vida, para hablar, con el mismo entusiasmo, de la ropa que compró ayer con su grupo de retardadas amigas. No entendía como una persona lista podía volverse gilipollas en cuestión de segundos dependiendo del contexto. Hacía que dudara de cuál era su contexto favorito, y de cuál su personalidad verdadera, pues ambas no son compatibles.

Me senté en mi pupitre, que estaba situado junto al de ella. A principio del año pensé que tener a una amiga cerca de mí en ese curso nuevo repleto de gente desconocida era una suerte, ahora pienso todo lo contrario. Soy testigo directo de su comportamiento en las horas de gilipollez que la invaden. Sus vanales conversaciones, sus risas estridentes, sus chillidos emotivos por a saber qué tontería. Pensaba con resignación que prefería la inmadurez de los hombres, por ser almenos menos escandalosa, no por otra cosa.

- ¿Qué te pasa? -Dijo Lie, mi compañero de atrás.
- Pienso en las frases que teníamos que traducir a inglés para hoy.
- Me encanta cómo frunce tu ceño las preocupaciones escolares, ¡es tan creíble!
Las dos características que definen la personalidad de éste hombre en lo que a sociabilizarse con aquellos que no sean él se refiere son la malicia y la lectura superficial de pensamientos ajenos, cosa que hacía muy incómodo hablar con él. Sin embargo era el único árbol del bosque que daba frutos.
- No empieces -dije en un "no estoy de humor" bastante visible, sobretodo para él.
Sonrió en su habitual gesto de maldad y se me quedó mirando un rato en silencio. Seguramente haya llegado a la conclusión de que la razón de mi brusquedad es que ha acertado, e intenta desentrañar el misterio por sí solo.
- Ya llega el profesor -dije con alivio por quitármelo de encima.

El profesor saludó cortesmente y caminó hasta su mesa, todos le imitaron. El saludo es lo único cortés que puedes escuchar de él, como si tuviera una importancia divina. Me parecía algo contradictorio, incluso hipócrita, pero no puedes esperar mucho de esta clase de personas. Se sentó, ordenó sus folios, pasó lista... escrupulosa rectitud, rutina llevada a la exageración.

- ¿Qué ejercicios traíais para hoy? -Preguntó dirigiéndose a la clase. Nadie nunca intentaba engañarle, sabíamos que nos ponía a prueba aunque no con qué intención.

Comprobó las frases que teníamos que traer hechas, para asegurarse de cuáles eran.
- Bien, ¿algún voluntario?

No solía pedir voluntarios, pero de todos modos, era una buena oportunidad para mí. Lo de la lista era fiable, pero esto lo es más. No tendría porque llevar una mala nota a la fila de signos en clave que hay junto a mi nombre en la lista.

- Yo -se escuchó la silla retirándose, para ponerse en pie-. Quiero corregir la primera frase.
Lina salió a la pizarra.




Lie y yo caminabamos a la par camino del patio mientras comíamos nuestros desayunos en silencio. Caminaba sonriendo y mirando fijamente al frente. Creí distinguir de nuevo la malicia en su sonrisa, y no me equivoqué.
- Vaya, vaya -empezó a decir sin ocultar su felicidad-, menudo ridículo has hecho en clase. Ha sido legendario.
- No ha sido para tanto -repliqué a favor de mí, la verdad es que sí lo había sido. Almenos comenzó cuando los comentarios del profesor sobre mí hicieron reír a toda la clase, incluida a Lina.
- Sin embargo Lina estuvo muy bien. Una traducción perfecta.
Ya le estaba dando demasiada importancia, si había mencionado a Lina era que estaba empezando a acercarse a lo que pasaba. Tenía que evitarlo.
- Sí, es una chica muy inteligente.
- Es bastante estúpida -dijo despreocupado-, igual es que tú conoces a una Lina distinta a la que conozco yo -su tono era provocativo, no era una simple opinión-. ¿Sabes? Escuché la conversación que teníais yendo a clase, yo iba detrás vuestra.
- Tampoco hablabamos de cosas importantes -respondí confuso, sin saber en qué podía afectar eso.
- Le dijiste que la única frase que tenías hecha era la primera.
- ¿Y qué?
- Que fue a la que se presentó voluntaria, te jodió. Tú saliste justo después, de no haber sido por ella te hubieras librado.
- No creo que lo hiciera a cosa hecha.
- Su risa y la de sus amigas destacaba por entre la de los demás mientras el profesor te tiraba al ridículo, era como si acabaran de arrojar un puñado de algarrobas a la piara de cerdos de la cual ella también forma parte.

¿Podía ser que su transformación fuera tan decisiva? Que realmente adoptara las costumbres de los salvajes y olvidara cómo es comportarse civilizadamente, comportarse como cuando habla conmigo.

- La verdad es que, mientras os escuchaba, parecía ser otra. Yo conozco a la Lina estúpida, y tú... -dejó la frase en el aire, haciéndome saber que conocía mi preocupación.
- Yo las conozco a las dos -confesé. Seguramente alguien tan observador como él también sabía ya su doble personalidad, así que este interrogatorio tan gradual sólo es para torturarme.
- Jajaja, ya lo sabía. Últimamente me empecé a fijar en que le prestabas más atención de la cuenta, y me pregunté si tú también habrías sido capaz de ver eso en ella.
- ¿Más atención de la cuenta?
Estaba disfrutando haciéndome ver que tenía tanto control sobre todo lo que no se debe saber.
- Tus ojos la desnudan -La manera tan sátira en la que lo dijo casi me ofendió. Pero si le mostraba ofensa era ponerle las cosas todavía más fáciles.
- Mis ojos miran a una amiga.
- Espero que tus ojos de 'amigo mira a amiga' no sean los mismos que en un futuro los de 'padre mira a hija'.
- ¡No seas asqueroso!
Consiguió hacerme perder el control, mis gestos ahora iban más cargados de sentimientos, tal y como él quería.
- Si tú no la quieres, me la follaré yo -dijo muy seguro de sí mismo.
- ¿Acaso te gusta?
- ¿Es necesario? -Sonrío, arqueando una ceja. - Espero que no te moleste.
Examinó mi rostro con detenimiento, mientras yo intentaba resultar neutral. Carcajeó, y explicó que era broma.
- No es una chica para mí, demasiado estúpida.
Su intención era llamarme estúpido a mí, indirectamente. Quería ver si me aludía.
- Pero podría pensar en algo para que dejara de ser estúpida, y tú pudieras disfrutarla -sugirió, tanteando el terreno, como si lo que dijera empezara a salirse de lo cotidiano. Alguien habrá usado alguna vez esa táctica para reclutar compañeros en un robo a un banco.

Entonces escuché la voz de Lina, que pasaba por detrás mía. Llamaba guapa a una amiga suya, después de darle un achuchón. Las cuatro chicas se fueron cuchicheando vanalidades y riendo.
- ¿Qué me dices? -Preguntó Lie sonriendo, como si aquella intervención hubiera sido una buena jugada para su plan.
- Tienes que evitar que la mate.
- No voy a evitar que mates a la Lina estúpida, ¿qué te parece salvar a la Lina buena?
- ¿Se puede hacer eso?
- Bueno, no perdemos nada por hacer una matanza -sonrió de tal manera que hasta me asustó.

En ese momento no quería contenciones. Quería matarla allí mismo, a ella y a todos. A toda la clase con profesor de inglés incluido. Pero sobretodo a la Lina que estaba ocupando el lugar de la chica de la que me acababa de enamorar.

- Estaría bien -contesté sin compromisos, pero eso fue suficiente para hacerle feliz.