martes, 29 de enero de 2008

- Sólo he conseguido hacer la primera frase, las traducciones se me dan muy mal. Por suerte, ayer se quedó justo en el que va antes de mí en la lista. Así que seré el primero corrigiendo la primera, si todo sale bien.
- Te preocupas demasiado.
- Sí, llevo meses dándole vueltas a esto -dije irónico.
- Meses. Únicamente son dos días, esa es la duración que mucha gente ha concluido sobre la vida -me sonrió-, yo debo ser inmortal -sentenció después de una larga pausa.
- Entonces todos somos inmortales -respondí, sacándole el lado cómico a algo tan deprimente.
- No es una evidencia, es una metáfora dentro de la metáfora. ¿Necesitas que te la explique?
- No -respondí humillado-. La vida se te hace eterna.
Su carencia de sentido del humor me ha hecho quedar como un descerebrado.

Nos acercabamos a la puerta de clase, esos fueron nuestros últimos segundos de conversación. Un grupo de chicas no tardaron en llamarla a voces y con impaciencia por saludarla. Debían ponerse al día sobre la cantidad de cosas que le pasan a un joven en cuestión de horas, una tarde comprendida entre el lunes y el martes.

- ¡Bravo, acertaste! - dijo acelerando el paso y con el cuello torcido en una última mirada. Su cotidiana forma de despedirse de mí, dejarme atrás.

Ahora empezaba la transformación. Lina, esa inteligente chica, aunque sin sentido del humor, dejaría de hacer metáforas sobre la vida, para hablar, con el mismo entusiasmo, de la ropa que compró ayer con su grupo de retardadas amigas. No entendía como una persona lista podía volverse gilipollas en cuestión de segundos dependiendo del contexto. Hacía que dudara de cuál era su contexto favorito, y de cuál su personalidad verdadera, pues ambas no son compatibles.

Me senté en mi pupitre, que estaba situado junto al de ella. A principio del año pensé que tener a una amiga cerca de mí en ese curso nuevo repleto de gente desconocida era una suerte, ahora pienso todo lo contrario. Soy testigo directo de su comportamiento en las horas de gilipollez que la invaden. Sus vanales conversaciones, sus risas estridentes, sus chillidos emotivos por a saber qué tontería. Pensaba con resignación que prefería la inmadurez de los hombres, por ser almenos menos escandalosa, no por otra cosa.

- ¿Qué te pasa? -Dijo Lie, mi compañero de atrás.
- Pienso en las frases que teníamos que traducir a inglés para hoy.
- Me encanta cómo frunce tu ceño las preocupaciones escolares, ¡es tan creíble!
Las dos características que definen la personalidad de éste hombre en lo que a sociabilizarse con aquellos que no sean él se refiere son la malicia y la lectura superficial de pensamientos ajenos, cosa que hacía muy incómodo hablar con él. Sin embargo era el único árbol del bosque que daba frutos.
- No empieces -dije en un "no estoy de humor" bastante visible, sobretodo para él.
Sonrió en su habitual gesto de maldad y se me quedó mirando un rato en silencio. Seguramente haya llegado a la conclusión de que la razón de mi brusquedad es que ha acertado, e intenta desentrañar el misterio por sí solo.
- Ya llega el profesor -dije con alivio por quitármelo de encima.

El profesor saludó cortesmente y caminó hasta su mesa, todos le imitaron. El saludo es lo único cortés que puedes escuchar de él, como si tuviera una importancia divina. Me parecía algo contradictorio, incluso hipócrita, pero no puedes esperar mucho de esta clase de personas. Se sentó, ordenó sus folios, pasó lista... escrupulosa rectitud, rutina llevada a la exageración.

- ¿Qué ejercicios traíais para hoy? -Preguntó dirigiéndose a la clase. Nadie nunca intentaba engañarle, sabíamos que nos ponía a prueba aunque no con qué intención.

Comprobó las frases que teníamos que traer hechas, para asegurarse de cuáles eran.
- Bien, ¿algún voluntario?

No solía pedir voluntarios, pero de todos modos, era una buena oportunidad para mí. Lo de la lista era fiable, pero esto lo es más. No tendría porque llevar una mala nota a la fila de signos en clave que hay junto a mi nombre en la lista.

- Yo -se escuchó la silla retirándose, para ponerse en pie-. Quiero corregir la primera frase.
Lina salió a la pizarra.




Lie y yo caminabamos a la par camino del patio mientras comíamos nuestros desayunos en silencio. Caminaba sonriendo y mirando fijamente al frente. Creí distinguir de nuevo la malicia en su sonrisa, y no me equivoqué.
- Vaya, vaya -empezó a decir sin ocultar su felicidad-, menudo ridículo has hecho en clase. Ha sido legendario.
- No ha sido para tanto -repliqué a favor de mí, la verdad es que sí lo había sido. Almenos comenzó cuando los comentarios del profesor sobre mí hicieron reír a toda la clase, incluida a Lina.
- Sin embargo Lina estuvo muy bien. Una traducción perfecta.
Ya le estaba dando demasiada importancia, si había mencionado a Lina era que estaba empezando a acercarse a lo que pasaba. Tenía que evitarlo.
- Sí, es una chica muy inteligente.
- Es bastante estúpida -dijo despreocupado-, igual es que tú conoces a una Lina distinta a la que conozco yo -su tono era provocativo, no era una simple opinión-. ¿Sabes? Escuché la conversación que teníais yendo a clase, yo iba detrás vuestra.
- Tampoco hablabamos de cosas importantes -respondí confuso, sin saber en qué podía afectar eso.
- Le dijiste que la única frase que tenías hecha era la primera.
- ¿Y qué?
- Que fue a la que se presentó voluntaria, te jodió. Tú saliste justo después, de no haber sido por ella te hubieras librado.
- No creo que lo hiciera a cosa hecha.
- Su risa y la de sus amigas destacaba por entre la de los demás mientras el profesor te tiraba al ridículo, era como si acabaran de arrojar un puñado de algarrobas a la piara de cerdos de la cual ella también forma parte.

¿Podía ser que su transformación fuera tan decisiva? Que realmente adoptara las costumbres de los salvajes y olvidara cómo es comportarse civilizadamente, comportarse como cuando habla conmigo.

- La verdad es que, mientras os escuchaba, parecía ser otra. Yo conozco a la Lina estúpida, y tú... -dejó la frase en el aire, haciéndome saber que conocía mi preocupación.
- Yo las conozco a las dos -confesé. Seguramente alguien tan observador como él también sabía ya su doble personalidad, así que este interrogatorio tan gradual sólo es para torturarme.
- Jajaja, ya lo sabía. Últimamente me empecé a fijar en que le prestabas más atención de la cuenta, y me pregunté si tú también habrías sido capaz de ver eso en ella.
- ¿Más atención de la cuenta?
Estaba disfrutando haciéndome ver que tenía tanto control sobre todo lo que no se debe saber.
- Tus ojos la desnudan -La manera tan sátira en la que lo dijo casi me ofendió. Pero si le mostraba ofensa era ponerle las cosas todavía más fáciles.
- Mis ojos miran a una amiga.
- Espero que tus ojos de 'amigo mira a amiga' no sean los mismos que en un futuro los de 'padre mira a hija'.
- ¡No seas asqueroso!
Consiguió hacerme perder el control, mis gestos ahora iban más cargados de sentimientos, tal y como él quería.
- Si tú no la quieres, me la follaré yo -dijo muy seguro de sí mismo.
- ¿Acaso te gusta?
- ¿Es necesario? -Sonrío, arqueando una ceja. - Espero que no te moleste.
Examinó mi rostro con detenimiento, mientras yo intentaba resultar neutral. Carcajeó, y explicó que era broma.
- No es una chica para mí, demasiado estúpida.
Su intención era llamarme estúpido a mí, indirectamente. Quería ver si me aludía.
- Pero podría pensar en algo para que dejara de ser estúpida, y tú pudieras disfrutarla -sugirió, tanteando el terreno, como si lo que dijera empezara a salirse de lo cotidiano. Alguien habrá usado alguna vez esa táctica para reclutar compañeros en un robo a un banco.

Entonces escuché la voz de Lina, que pasaba por detrás mía. Llamaba guapa a una amiga suya, después de darle un achuchón. Las cuatro chicas se fueron cuchicheando vanalidades y riendo.
- ¿Qué me dices? -Preguntó Lie sonriendo, como si aquella intervención hubiera sido una buena jugada para su plan.
- Tienes que evitar que la mate.
- No voy a evitar que mates a la Lina estúpida, ¿qué te parece salvar a la Lina buena?
- ¿Se puede hacer eso?
- Bueno, no perdemos nada por hacer una matanza -sonrió de tal manera que hasta me asustó.

En ese momento no quería contenciones. Quería matarla allí mismo, a ella y a todos. A toda la clase con profesor de inglés incluido. Pero sobretodo a la Lina que estaba ocupando el lugar de la chica de la que me acababa de enamorar.

- Estaría bien -contesté sin compromisos, pero eso fue suficiente para hacerle feliz.