- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? -Dice sonriente tras el mostrador.
La chica va vestida entera de azul y con gorrita, pero no es que tenga un gusto pésimo a la hora de elegir su vestuario sino que todos los empleados de la oficina de correos van así. Es bastante ridículo, como si quisieran compensarnos su segura incompetencia haciéndonos reír a costa de sus trabajadores. "Tomad, disfrutad de ellos". A pesar de eso hay una guapa mujer bajo el disfraz. Al igual que yo, su jefe también habrá visto el doble aliciente.
- Vengo buscando un paquete -explico, mientras me apoyo de brazos cruzados en el mostrador. Estoy cansado, y la persona encargada de elegir los sitios en donde colocar las sillas no hizo muy bien su trabajo.
Todo esto es porque una amiga de otra ciudad ha tenido el detalle de hacerme un regalo. El inconveniente es que me he visto obligado a tener que venir a recogerlo. Tarde o temprano hubiera tenido que responderle algo, aunque sólo por este esfuerzo ya seguro que no merece la pena. Por cierto, gracias por el regalo, si me estás leyendo.
- ¿Cuál es su nombre? -pregunta, sin detener esa estúpida sonrisa de amabilidad.
Se lo digo mientras le enseño mi dni. Por si no me cree. Mira brevemente la foto y se conforma.
Teclea algo en el ordenador, aunque no puedo ver el qué. Han colocado el monitor de espaldas al público.
Supongo que para que no descubramos que tienen el Messenger abierto y repleto de conversaciones, pienso mientras miro hacia otro lado... para que no crea que tengo interés en lo que pueda haber en la pantalla.
- No encuentro su nombre, señor. Va a tener que registrarse.
- ¿Registrarme?
- Sí, no encuentro su nombre -me repite.
- ¿No puede ser que te hayas equivocado y sí esté?
- No, no está -sigue sonriendo, aunque algo más nerviosa.
Me entrega un folio y un bolígrafo con el que escribir mis datos. Me resigno y colaboro.
- Después de esto me entregarán el paquete, ¿no?
- Sí, señor.
Lo relleno, mientras hago hueco a un par de personas que estaban esperando. A ellos les atienden rápidamente.
Le entrego el papel al completarlo y vuelvo a acomodarme sobre el mostrador en la postura más descansada posible.
- Espero que ahora no empiece a llegarme spam.
- No, señor. -Responde muy convencida, me pregunto si sabrá lo que es el spam-. Ahora le traígo su correo -dice después de comprobar que todo lo que he escrito está correcto.
- A ver si es verdad.
Se mete en la habitación acristalada que hay tras ella. Los cristales son gruesos, y a través de ellos se ve todo como cuando te tapan los puntos claves del cuerpo desnudo de alguien en la televisión en horario protegido.
Al rato viene cargando con un paquete. Mi paquete, supongo. Es grande, y por su cara deduzco que también bastante pesado. ¿Cómo cojones voy a llevar yo ahora eso a mi casa? Empiezo a odiar los regalos. Tengo planeado acabar odiándolo todo. Por cierto, gracias de nuevo por el regalo.
- A ver si ahora se te cae -le digo mientras tanto, para animarla.
- ¡Buff! ¡Pesa mucho! -Dice, soltándolo sobre el mostrador, exhausta.
- Sí, es que trae mellizos.
- ¿Qué?
- Los del departamento de adopción, que cada vez se toman menos en serio su trabajo -le digo, mientras adopto aire de formalidad, haciendo señales con la mano de que no se preocupe.
La confusión ha borrado por un momento la sonrisa de su cara, pero cuando reacciona y ve que le estoy gastando una broma empieza a reírse. Seguro que me odia, detrás de un mostrador todo es hipocresía, podría saltarlo y empezar a violarla contra éste que tendría que seguir manteniendo las formas para que su jefe no la despida.
- Por cierto, había esto también para usted -me entrega un sobre en mano-, lleva aquí bastante tiempo.
- ¡Qué raro que no me haya llegado!
Percibe el aire de sarcasmo y se excusa.
- La única referencia que había era el nombre de usted, no ponía dirección ninguna. Y como no estaba usted registrado...
Va a ser verdad que no lo estaba, después de todo.
Guardo la carta en el bolsillo y cargo con el paquete. Me despido de ella en el típico gesto de darle la espalda y me largo de allí. La calor es insoportable y más con esta mierda de paquete en lo alto (gracias). Miraría con lástima a los albañiles que hay por todo mi barrio si no fuese porque no me dejan nunca dormir la siesta.
Una vez llego, abandono el paquete donde primero pillo, como queriendo olvidarme de él y del sufrimiento que me ha hecho pasar. Le presto atención a la carta que es lo que ha llamado mi interés. Viene a nombre de "anónimo" y con un número de teléfono en color rosa justo debajo. Ese detalle ya me hace a una idea de lo que contiene. Empiezo a leer:
"Hola.
Te envío esta carta porque hay una cosa que quiero decirte, y no me atrevo a hacerlo en persona. Llevo tiempo fijándome en ti, aunque nunca me atrevo a decirte nada, soy algo vergonzosa. No intentes adivinar quién te manda la carta, porque creo que no me conoces más que de vista y alomejor ni te has dado cuenta de que existo. Me gustaría conocerte, y quiero saber si tú estás interesado. Te dejo mi número de móvil en el sobre para que me llames, aunque sea para que sea tu amiga. Si no me llamas supondré que es que no quieres saber nada de mí, y te dejaré tranquilo aunque siempre te recuerde.
Te quiero."
Vaya, vaya. O he enamorado a una cría sin saberlo o todavía sigue existiendo el amor quinceañero en los de mi generación. Al volver a guardar la carta en el sobre observo un dato bastante importante entre la escasa información que la muchacha ha dejado: 2001.
Los de Correos se han lucido. Siento que he roto sin saberlo el corazón de alguien, me la imagino las primeras semanas esperando ilusionada, y cómo poco a poco abandona toda esperanza.
Compruebo que no tengo el número apuntado en mi agenda, que no es alguien a quien a pesar de todo he acabado conociendo. Nada.
¿Qué habría pasado si hubiese recibido esta carta en su momento? Siento curiosidad, quizá esté en mi mano rectificar la vida de alguien. Miro de nuevo el número de móvil que hay en el sobre. Hum. ¿Será verdad eso de que me recordará siempre?
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