Camino a su lado, no sé a dónde me lleva pero eso no me preocupa. La verdad, es que sólo me preocupa tener que volver a casa algún día, separarme de su lado. Hoy es un día prometedor, hoy van a cambiar muchas cosas para bien, lo veo venir. Casi me cuesta contener las ganas de levantar una pancarta que diga "¡Sí! ¡He recibido tus señales!"
Me contengo, me conformo con lanzarle una sonrisa cuando me mira. Estoy eufórico y no es para menos. Sé que le gusto. Se acabó la eterna duda, los tiempos de espera, el hablar constantemente entre líneas. Sé que cuando acabe la noche estaremos declarándonos a voces, hoy es uno de los días más felices de mi vida.
- Vamos a sentarnos aquí mismo -me dice-, estoy impaciente por hablar contigo.
No es el paisaje que yo hubiera elegido para el día en que damos a luz entre los dos a nuestro amor, pero por lo pronto eso es lo de menos. Está impaciente por hablar conmigo, dice. Creo que ella debe haber estado también deseando con muchas ganas este momento. No hubiera nunca imaginado que todo se iba a arreglar tan positivamente, ya me veía teniendo que olvidarme de ella como de tantas otras.
Nos sentamos en el suelo, apoyados contra la pared. La acera es bien amplia, espaciosa, ya nos veo corriendo por ahí agarrados de la mano, celebrando la felicidad.
Empezamos a hablar sobre trivialidades. A pesar de eso me divierto, aunque en cuanto puedo hago por desviar el tema hacia donde me interesa. Al cabo de un rato lo consigo, no se me dan mal estas cosas.
- Ultimamente estoy bastante bien de ánimos -dice sin poder evitar que le brillen los ojos del entusiasmo-, creo que el chico al que quiero también le gusto yo.
Le grito a mis adentros que está claro. Que si todavía tiene dudas es porque es tonta. Y yo no puedo haberme enamorado de una chica tonta. Había pensado en disfrutar un poco más con la situación que estamos a punto de perder, juguetear con la información, hacerme el tonto hasta que ya fuera totalmente imposible negar la evidencia. Pero estaba impaciente, quería ir al grano, quería besarla ya y decir en voz alta "te quiero, eres mía". Así que me pongo a ello.
- No me has dicho todavía el nombre de ese chico.
Si yo fumase, esta sería una de las ocasiones en las que seguramente me encendería un cigarro. Disfrutaría de cada uno de esos segundos, en los que, mientras echo el humo, el tiempo parpadea.
- Tú me dijiste que también había una chica que te gustaba a ti... -agacha la cabeza, tímida.
- Sí, mucho.
- ¿Cómo se llama ella?
Quiere que yo resuelva su timidez, no se atreve a dar el primer paso. Es injusto, incluso teniéndolo todo en cuenta, seguro que ella tiene menos dudas que yo, he sido demasiado claro a veces, bastante descarado sin darme cuenta.
- ¡Yo pregunté primero! -Le doy un empujoncito tonto.
Este tonteo me gusta, pero estoy empezando a sentir que el nerviosismo no es el mismo de antes, que está evolucionando y que va por otro camino.
- Hagamos un trato -dice, con cara de haber tenido la idea más ingeniosa del mundo-. Si tú me dices a mí quién te gusta a ti, yo te digo quién me gusta a mí.
Se me escapa un resoplido.
Estoy empezando a detestar esta situación. Ese trato sólo va a crear un remolino interminable, no vamos a lo importante y yo estoy deseándolo. Parece que no tenga ganas de resolverlo todo, que simplemente quiera jugar a los detectives.
- Dime algo de ese chico -le digo, ignorando vilmente su estúpido trato de mierda.
- ¡Ay! No sé qué decirte...
- Venga, haz un esfuerzo.
- Me dice cosas muy bonitas, es muy cariñoso...
Puedo identificarme, igual que otros tantos millones de tíos. No me vale.
- Venga, dime algo más de él... -insisto.
- No sé...
- ¿Le conozco?
Luego me arrepentí de haber hecho esa pregunta. Es ridícula, tanto el "sí" como el "no" los voy a digerir mal.
Se tira unos segundos pensando.
- No.
Como una patada en los cojones, tal y como predije. Aun así, hubiera preferido el "sí". Por un momento pensé que casi prefería que fuera otro tío antes que pensar que creyera que yo no me conozco. "Otro tío", y el corazón se quejó. No, no lo hubiera preferido.
- El otro día quedamos -me dice.
Empiezo a echar cuentas, la semana pasada nos vimos, puede que se refiera a ese día. Iba a preguntarle cuándo exactamente, pero ya se había echado a hablar.
- Me lo pasé muy bien con él, es un chico muy atento. Fuimos a cantidad de sitios, y no paramos de hablar en toda la noche.
Mi corazón palpita. Todo encaja, aunque sigue pudiendo encajar en otras tantas combinaciones. Sigue siendo información incompleta, necesito más.
- Háblame algo de tu chica -dice, cambiando de tema.
- Me está tocando un poco las narices -se lo suelto y me quedo más tranquilo.
- ¡¿Por qué?!
- Porque no me quiere decir una cosa, pero en fin, eso no es tan importante como que tú sigas hablándome de tu chico.
Toma pelotazo devuelto en toda la cara.
Por un momento me mira con cara muy rara, cara preocupante. No me gusta esa cara de confusión. Después de un momento la borra y vuelve a ser ella, me quedo más tranquilo aunque con la duda. ¿Qué la habrá hecho ponerse así? ¿Se habrá dado cuenta de la indirecta? La verdad es que era demasiado clara... no debería haber dicho nada.
- Anoche...
¿Anoche? Busco rápido datos sobre anoche.
- ...me mandó un mensaje al móvil.
¿Se lo mandé? ¡No lo recuerdo! Casi hago el amago de meterme la mano en el bolsillo para sacar el móvil y comprobarlo. Su cara empieza a darme vueltas.
- Dijo que me quería.
¡No! ¡Es imposible que yo olvide algo así!
- He quedado con él mañana, para hablar, creo que es 'el día'.
Cada músculo de mi cuerpo está ahora mismo en tensión. Estoy mareado, pero a la vez guardo la compostura, debo seguir sonriendo. Un montón de pensamientos fugaces vienen a mi mente, ninguno de ellos con una respuesta que darle o con una solución para mí. Está claro que no soy yo esa persona, no soy yo. Es otro, ¡me ha traído aquí para hablarme de otro!
- ¿Estás bien? Te has puesto blanco...
- Estoy de puta madre.
De puta madre estaría si se te cayese la cabeza al suelo y la pisase sin querer al levantarme.
- ¿En serio? -Insiste.
- ¡Que sí!
- Bueno, ¿qué opinas de lo que te he contado?
- Eres afortunada...
¿Qué opino? Realmente opino que de alimañas como tú debe estar el infierno lleno.
- ...seguramente mañana os declaréis -le digo, recuperando un poco el buen fingir.
Sí. Se declararán. Como deberíamos estar nosotros haciendo ahora si el mundo fuese justo. Si existiese un equilibrio.
- ¡¿Tú crees?! Qué nerviosa estoy.
Ya se acostumbrará a perder los nervios. Tías como estas cogen la experiencia rápido. Todavía no me lo puedo creer, tengo ganas de reventarle a patadas el cuerpo y luego violar cada cachito que se haya desparramado por el suelo. Quiero averiguar quién es ese tío para llevarle en bandeja los restos mortales de su futura esposa.
- Me da algo de vergüenza decirte esto, pero...
La miro de reojo, desconfiado. Todavía puede que lo arregle. Que diga... "pero tú me gustas más, tonto", o "eras tú a quien me refería, pero quería tocarte los huevos un poco". Lo dudo mucho, cosas como esas no pasan, pero yo no controlo los latidos del corazon ni sus esperanzas.
- ...contigo se me hace tan fácil hablar -prosigue-. Puedo hablar de cualquier cosa, me aconsejas y me animas, no sé qué hubiera hecho todo este tiempo sin ti, sin tu compañía, la verdad.
Ha jodido mi vida para arreglar la suya. Merece que la mate, ahora mismo.
- Con él... -sigue hablando-, se me hace muy complicado, sinceramente. No me salen las palabras y no se me ocurre nunca de qué hablar. Me pongo tan nerviosa...
La voy a tirar a la carretera y voy a dejar que pase por encima suya hasta el último coche de la ciudad.
- ...antes, por un momento creí que te referías a mí, que yo era la chica que a ti te gustaba...
Por eso me miró entonces con tal cara de asco la muy zorra, ojalá se le hubiera quedado así para toda la vida, que no la quisieran mirar ni las ratas.
- Contigo todo fluye -dice sin mirarme a los ojos-. Contigo todo se me hace tan fácil...
Me estoy viendo venir el navajazo final.
- A veces pienso que hubiera sido mejor enamorarme de ti, ¿te imaginas? -me dice.
Hija de la gran puta.
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