miércoles, 9 de mayo de 2007

Descorro las cortinas y la claridad entra a la habitación. Demasiada claridad para mi gusto y para unos ojos tan sensibles, pero es lo que me han recomendado hacer y no pierdo nada intentándolo.

Abrí la ventana, saqué la cabeza, y me crucé de brazos sobre el marco del cuadro.

Sinceramente, siento un poco de vergüenza, parezco uno de esos viejos aburridos sin nada mejor que hacer y todos los que pasen y me vean serán conscientes de la semejanza. Se me ocurrió que mirar el vacío no es tan interesante cuando te propones hacerlo. Si yo pasase ahora por enfrente mía, seguro que pensaría "¿qué verá este hombre de interesante aquí fuera como para estar perdiendo el tiempo de esa manera?" Yo no tendría tampoco nada mejor que hacer con mi tiempo, pero almenos no hago... lo que estoy haciendo.

Me dijeron que asomarse a la ventana de buena mañana te hacía ver las cosas desde una perspectiva distinta, mejor, supuestamente. Que tus problemas se reducían ante la inmensidad del mundo y su flujo de vidas.

Cierro la ventana. A mí, personalmente, no me funciona. La magnitud del mundo y su flujo de vidas no me interesa, no sé si eso me hace menos humano. No es lo que busco, no es esa perspectiva. Seguiré buscándola, pero no creo que la encuentre viendo por la ventana lo que llevo viendo todos los días desde que nací, con su mismo flujo de vidas y su misma clareada decadencia.

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