La comunicación por excelencia era el baile y las miradas, el contacto humano se traducía en empujones y caricias. Desconocidos y conocidos entran en la misma burbuja. Besan, abrazan, te quiero, te quiero, te quiero... y en los ojos no eres capaz de ver la botella que te acompañó a llegar allí. Hoy yo he prescidido de ella.
Me despego de la pared dispuesto a sumergirme en la estupidez. Yo también os quiero (ver muertos), abrazadme (mostradme vuestra espalda), besadme (bebed mi veneno).
Un par de chicos miran con deseo a mis amigas. Es normal, van vestidas como auténticas putas. Noto que planean acercarse, están entusiasmados, saben que están ardiendo y que no hace falta emborracharlas más, ya son presas fáciles. Me arrimo a ellas y las cojo a ambas de la cintura, las arrimo a mí, bailo y mis ojos les miran diciendo lo guapas que están. Ellas me miran sorprendidas, con extrañeza, y se rien.
- No es común que tú estés tan cariñoso.
- ¿No? No me conocéis bien...
Esos dos tíos me miran con cara de envidia por un momento y no tardan en irse.
De un empujón me deshago de ellas, me miran, les sonrío, me devuelven la sonrisa. Vuelvo a la pared. Todos están empujándose.
Pequeñas maldades como dosis de vitamina en la enfermedad.
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