Mientras más temprano me acuesto más me cuesta levantarme. Voy a tener que coger la costumbre de beber café entre cubatas, con visión al futuro.
Suena el despertador.
- Suena dentro de diez minutos -le digo, un par de veces.
Al cabo de un rato ya llego cinco minutos tarde y todavía no me he levantado de la cama. Estoy cansado, muy cansado, física y psicológicamente. Mataría a cualquiera que pudiera recriminarme la tardanza sólo para poder seguir durmiendo, aunque fueran diez minutos.
Vuelve a sonar el despertador. No aguanto más, ese tipo de objetos debería llevar micrófono para que pudieramos desahogarnos con ellos sin sentirnos estúpidos, que nos entendieran.
Esta vez no vas a volver a sonar, por hoy.
Decido ir dos horas más tarde a clase. Podría faltar sólo la primera, pero las da el mismo profesor. No quiero que crea que soy un estúpido. En casos concretos, los profesores piensan peor del que se ha quedado dormido que del que ha faltado a clase.
Da igual que sea una tontería, me vale como excusa.
Me siento en la silla, enciendo el ordenador. La gente que veo conectada me llama madrugador, es la manera divertida de entablar una conversación aburrida a esa hora. Aunque a esa hora casi todo es aburrido.
Estoy apagado, no me molesto en fingir nada, en ningún aspecto. Recalco que estoy aburrido, que todo es aburrido, que les vendería como esclavos a los que manejan mi vida a ratos porque me dejasen dormir un poco más.
Han pasado las dos horas. Debería irme, pero el pantalón está demasiado sucio como para irme, si me hubiera dado cuenta antes... una hora más aquí.
Ya voy después del recreo.
Han puesto internet en clase, todos empiezan a conectarse al messenger. Aunque no haya casi nadie conectado a esa hora, cualquier cosa es mejor que soportar tanto tedio.
- ¿Cómo que no has venido a clase?
- Iré luego... lo más seguro. ¿Qué habéis hecho?
- Han hecho preguntas, ya te pasaré las respuestas.
- Hmm... dámelas mañana.
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