Estaba tirado en la calle, sentado en un portal. Bebía tranquilamente una cerveza, mientras observaba a la gente que pasaba. Es una curiosa forma de desafiar la ley, debo estar a la altura del resto de criminales.
Un tipo de lo más extraño se sentó a mi lado, atraído por no sé qué. Me miró y yo le volví la cara. No tenía ganas de entablar conversación con nadie, por eso que estaba ahí y no pegando saltos en cualquier lado, mucho menos con un extraño. Pero él tenía fijación, y no le importó la señal de desinterés.
- ¿Qué haces aquí, tan solo? -Preguntó.
Cuántas veces habrá escuchado esta frase alguien que está a punto de que intenten ligárselo.
- Me apetece estar así, pero se ve que no hay manera.
Me decepciono cuando le escucho reírse. Si no fuera porque quedas como un estúpido, la mejor respuesta a una bordería es una carcajada.
- Quiero contarte algo que creo que te va a interesar.
No me gusta este tipo de cosas. La intriga me debilita, me vuelve inferior por unos segundos.
- ¿El qué? - Finjo el justo interés. Ni mucho ni poco, aunque cualquiera notaría el cambio de actitud.
- Hace tiempo descubrí mi don, almenos creo que es eso. No es como para disfrazarte y esperar que te llamen superhéroe, pero sí como para andar con la cabeza más alta que el resto.
Me gustó la introducción a su historia.
- Estarás preguntándote de qué se trata -siguió diciendo-, pues ahí va... Hay cabezas que salen de los ojos, una por cada persona. Sólo yo veo esas cabezas, y todas me miran al pasar, independientemente del punto de visión del dueño del ojo. Giran su cuello, se inclinan, se retuercen, quieren mirarme. Todas son iguales, por eso he llegado a pensar que son la misma, que se pasea de ojo en ojo siguiéndome.
Se quiere quedar conmigo, pero me da igual. Es original y me gusta cómo lo cuenta. ¿Qué más da que crea que no es real?
- Admito que es extraño -dije-, pero... ¿qué tiene eso de don?
- Parece tenerme siempre localizado y cuando me ve examinándole sonríe con maldad, con satisfacción porque sabe que vuelvo a recurrir a él. Abre el fondo negro que tiene por bocaza, dice una palabra y se va. Paseo por la calle y "¡traidor!", "¡mentiroso!", "¡egoísta!", "¡responsable!", "¡puta!", "¡solidario!", "¡humilde!"... -hizo una pausa, descansando de la excitación que había cobrado. Cogió aire y me guiñó.- Resume a las personas en una palabra.
Admito que me sorprendí.
- ¿Y es fiable?
- Sí. No se equivoca. Por eso me aburren las relaciones humanas. Si sabes de primera hora qué es lo más importante de alguien, acabas volviéndote excesivamente selectivo.
- Bueno, ¿por qué creías que me iba a interesar?
Se acercó más a mí, sonriendo. Comprobé que era cierto lo que había dicho sobre su mirada, sobre el desprecio hacia todo aquello que no sea él.
- Porque he visto lo que ha dicho la cabeza de ti. Puedo iluminar lo que te es un misterio.
Saber lo que dice la cabeza de mí. Conocer la palabra que me resume... era algo seductor.
- Paso.
Me sobrepongo a mi debilidad.
- ¡¿Por qué?!
La sonrisa de superioridad se mudó de persona.
- Dudo mucho que si una palabra me resume sea buena, que me deje en buen lugar hacia lo ético. Por lo tanto, si aciertas te voy a decir que es mentira, que te has equivocado. Si de verdad fallas, no me vas a creer por mucho que te argumente. No forcemos la desconfianza, aunque seamos desconocidos que no se van a volver a ver.
- ¡Sé que eso te da igual! -repuso frustrado. Esa frustración me animó más.
Su pupila cambió milimétricamente de dirección, como si de un tic nervioso se tratase. Luego, toda su expresión varió, se tornó en confusión. Miedo. No hacía falta un don para traducirlo.
- Ha salido la cabeza... de tu ojo... de nuevo... ha dicho otra palabra. ¡Otra! ¡Distinta!
Ahora sí que estoy excitado del todo, por mi parte. Aunque por la de él... joder, qué asco me da. Un don ha ido a caer a la persona inadecuada.
Me levanté y me despedí de él. Me dio la mano, sin salir de su asombro. Noté que seguía queriendo hablar conmigo, que tenía cosas que preguntarme. Pero yo ya estaba saciado.
- No evites siempre las relaciones humanas por lo que diga la cabeza -dije mientras estrechaba su mano-. Quizá un día, llegado ya a viejo incluso, asomado a la ventana y sin nada mejor que hacer... veas a una cabeza saliendo de tu don y diciendo algo como por ejemplo "Incompleto".
Hay personas que no pueden ser resumidas con una sola palabra, este iluso no alcanza a comprender eso.
Un tipo de lo más extraño se sentó a mi lado, atraído por no sé qué. Me miró y yo le volví la cara. No tenía ganas de entablar conversación con nadie, por eso que estaba ahí y no pegando saltos en cualquier lado, mucho menos con un extraño. Pero él tenía fijación, y no le importó la señal de desinterés.
- ¿Qué haces aquí, tan solo? -Preguntó.
Cuántas veces habrá escuchado esta frase alguien que está a punto de que intenten ligárselo.
- Me apetece estar así, pero se ve que no hay manera.
Me decepciono cuando le escucho reírse. Si no fuera porque quedas como un estúpido, la mejor respuesta a una bordería es una carcajada.
- Quiero contarte algo que creo que te va a interesar.
No me gusta este tipo de cosas. La intriga me debilita, me vuelve inferior por unos segundos.
- ¿El qué? - Finjo el justo interés. Ni mucho ni poco, aunque cualquiera notaría el cambio de actitud.
- Hace tiempo descubrí mi don, almenos creo que es eso. No es como para disfrazarte y esperar que te llamen superhéroe, pero sí como para andar con la cabeza más alta que el resto.
Me gustó la introducción a su historia.
- Estarás preguntándote de qué se trata -siguió diciendo-, pues ahí va... Hay cabezas que salen de los ojos, una por cada persona. Sólo yo veo esas cabezas, y todas me miran al pasar, independientemente del punto de visión del dueño del ojo. Giran su cuello, se inclinan, se retuercen, quieren mirarme. Todas son iguales, por eso he llegado a pensar que son la misma, que se pasea de ojo en ojo siguiéndome.
Se quiere quedar conmigo, pero me da igual. Es original y me gusta cómo lo cuenta. ¿Qué más da que crea que no es real?
- Admito que es extraño -dije-, pero... ¿qué tiene eso de don?
- Parece tenerme siempre localizado y cuando me ve examinándole sonríe con maldad, con satisfacción porque sabe que vuelvo a recurrir a él. Abre el fondo negro que tiene por bocaza, dice una palabra y se va. Paseo por la calle y "¡traidor!", "¡mentiroso!", "¡egoísta!", "¡responsable!", "¡puta!", "¡solidario!", "¡humilde!"... -hizo una pausa, descansando de la excitación que había cobrado. Cogió aire y me guiñó.- Resume a las personas en una palabra.
Admito que me sorprendí.
- ¿Y es fiable?
- Sí. No se equivoca. Por eso me aburren las relaciones humanas. Si sabes de primera hora qué es lo más importante de alguien, acabas volviéndote excesivamente selectivo.
- Bueno, ¿por qué creías que me iba a interesar?
Se acercó más a mí, sonriendo. Comprobé que era cierto lo que había dicho sobre su mirada, sobre el desprecio hacia todo aquello que no sea él.
- Porque he visto lo que ha dicho la cabeza de ti. Puedo iluminar lo que te es un misterio.
Saber lo que dice la cabeza de mí. Conocer la palabra que me resume... era algo seductor.
- Paso.
Me sobrepongo a mi debilidad.
- ¡¿Por qué?!
La sonrisa de superioridad se mudó de persona.
- Dudo mucho que si una palabra me resume sea buena, que me deje en buen lugar hacia lo ético. Por lo tanto, si aciertas te voy a decir que es mentira, que te has equivocado. Si de verdad fallas, no me vas a creer por mucho que te argumente. No forcemos la desconfianza, aunque seamos desconocidos que no se van a volver a ver.
- ¡Sé que eso te da igual! -repuso frustrado. Esa frustración me animó más.
Su pupila cambió milimétricamente de dirección, como si de un tic nervioso se tratase. Luego, toda su expresión varió, se tornó en confusión. Miedo. No hacía falta un don para traducirlo.
- Ha salido la cabeza... de tu ojo... de nuevo... ha dicho otra palabra. ¡Otra! ¡Distinta!
Ahora sí que estoy excitado del todo, por mi parte. Aunque por la de él... joder, qué asco me da. Un don ha ido a caer a la persona inadecuada.
Me levanté y me despedí de él. Me dio la mano, sin salir de su asombro. Noté que seguía queriendo hablar conmigo, que tenía cosas que preguntarme. Pero yo ya estaba saciado.
- No evites siempre las relaciones humanas por lo que diga la cabeza -dije mientras estrechaba su mano-. Quizá un día, llegado ya a viejo incluso, asomado a la ventana y sin nada mejor que hacer... veas a una cabeza saliendo de tu don y diciendo algo como por ejemplo "Incompleto".
Hay personas que no pueden ser resumidas con una sola palabra, este iluso no alcanza a comprender eso.
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